LLAMADO EFICAZ

"Todo lo que el Padre ma da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn.6:37)

miércoles, 30 de junio de 2010

¿Existió realmente Jesús? ¿Hay alguna evidencia histórica de Jesucristo?

Usualmente, cuando se hace esta pregunta, la persona que la hace, cataloga la pregunta como “fuera de lo que dice la Biblia”. No aceptamos la idea de que la Biblia no puede ser considerada como una fuente de evidencia sobre la existencia de Jesús. El Nuevo Testamento contiene cientos de referencias de Jesucristo. Hay quienes fechan la escritura de los Evangelios en el siglo dos d.C., esto es, más de 100 años después de la muerte de Jesucristo. Aún si este fuera el caso (el cual rechazamos firmemente), en términos de evidencias antiguas, los escritos hechos menos de 200 años después de que los eventos tuvieron lugar, son consideradas como evidencias muy confiables. Más aún, la gran mayoría de los estudiosos (cristianos y no cristianos) aceptarán que las Epístolas de Pablo (al menos algunas de ellas) fueron de hecho escritas por Pablo en la mitad del primer siglo d.C., menos de 40 años después de la muerte de Jesús. En términos de evidencias de manuscritos antiguos, esta es una prueba extraordinariamente fuerte de la existencia de un hombre llamado Jesús en Israel durante el principio del primer siglo de nuestra era.

También es importante reconocer que en el año 70 d.C., los romanos invadieron y destruyeron Jerusalén y la mayor parte de Israel, matando a sus habitantes. ¡Ciudades enteras fueron literalmente quemadas hasta sus cimientos! Entonces, no debería sorprendernos si mucha de la evidencia de la existencia de Jesús fue destruida. Muchos testigos oculares de Jesús debieron haber muerto. Estos hechos obviamente disminuyeron la cantidad de testigos oculares del testimonio de Jesús que sobrevivieron.

Considerando el hecho de que el ministerio de Jesús fue reducido a un lugar culturalmente atrasado en un pequeño rincón del imperio romano, hay una sorprendente cantidad de información acerca de Jesús que puede ser extraída de fuentes históricas seculares. Algunas de las más importantes evidencias históricas de Jesús, incluyen lo siguiente:

El historiador romano Tácito del primer siglo, quien es considerado uno de los más precisos historiadores del mundo antiguo, menciona a los supersticiosos “Cristianos” (“antes llamados Christus” lo cual es Cristo en latín), quien sufrió bajo Poncio Pilato y durante el reinado de Tiberio. Gaio Suetonio, historiador romano (70-160) secretario en jefe del emperador Adriano, escribió que había un hombre llamado Chrestus (o Cristo) que vivió durante el primer siglo (Annais XV.44).

Flavio Josefo, (Jerusalén, 37 d.C? h. 100) es el más famoso historiador judío. En sus “Antigüedades Judaicas” él se refiere a Santiago como, “el hermano de Jesús, a quien llamaban el Cristo” Hay un verso controversial (18:3) que dice, ““Ahora, había alrededor de este tiempo un hombre sabio, Jesús, si es que es licito llamarlo un hombre, pues era un hacedor de maravillas, un maestro tal que los hombres recibían con agrado la verdad que les enseñaba. Atrajo a sí a muchos de los judíos y de los gentiles. El era el Cristo, y cuando Pilato, a sugerencia de los principales entre nosotros, le condenó a ser crucificado, aquellos que le amaban desde un principio no le olvidaron, pues se volvió a aparecer vivo ante ellos al tercer día; exactamente como los profetas lo habían anticipado y cumpliendo otras diez mil cosas maravillosas respecto de su persona que también habían sido preanunciadas. Y la tribu de cristianos, llamados de este modo por causa de él, no ha sido extinguida hasta el presente” (Antigüedades. XVIII.33. (Comienzos del segundo siglo)

Sexto Julio Africano en su obra cita al historiador Talus en una discusión acerca de las tinieblas que siguieron a la crucifixión de Cristo, diciendo que en el libro III de su Historia explica la oscuridad como debida a un eclipse solar, pero aclara que eso sería imposible debido a que la crucifixión ocurrió en tiempo de luna llena, cuando no pudo haber ocurrido eclipse. (Escritos Existentes, 18)

Plinio el Menor, en Cartas 10:96, registra las practicas de adoración del cristianismo primitivo, incluyendo el hecho de que los cristianos adoraban a Jesús como Dios y eran muy éticos, e incluye una referencia a las festividades y la Cena del Señor.

El Talmud de Babilonia (Sanedrín 43ª.) confirma la crucifixión de Jesús en la tarde de Pascua, y las acusaciones contra Cristo de practicar la brujería y fomentar la apostasía judía.

Luciano de Samosata, fue un filósofo y escritor griego del siglo dos, quien admite que Jesús fue adorado por cristianos, introduciendo nuevas enseñanzas y que fue crucificado por ellos. El dijo que las enseñanzas de Jesús incluían la hermandad entre los creyentes, la importancia de la conversión y la importancia de negar a otros dioses. Los cristianos vivían de acuerdo a las leyes de Jesús, creyéndose a sí mismos inmortales y se caracterizaban por despreciar la muerte, la devoción voluntaria y la renuncia a los bienes materiales.

Mara Bar-Serapio. Hay en el Museo Británico un interesante manuscrito que preserva el texto de una carta escrita a su hijo un tiempo después del año 73 D. C., aun cuando no estamos seguros de cuanto tiempo más tarde. En ella confirma que Jesús demostró ser un hombre sabio y virtuoso, que fue considerado por muchos como el rey de Israel, fue llevado a la muerte por los judíos y siguió viviendo en las enseñanzas de sus seguidores.

Tenemos además todos los escritos gnósticos (El evangelio de la verdad, El apócrifo de Juan, El evangelio de Tomás, el Tratado de la Resurrección, etc.) todos ellos mencionan a Jesús.

De hecho, podemos reconstruir el evangelio solo de las primitivas fuentes no cristianas: Jesús fue llamado el Cristo (Josefo), hizo “maravillas” y guió a Israel a nuevas enseñanzas, y fue colgado en la Pascua por ellos (Talmud de Babilonia) en Judea (Tácito), pero clamó ser Dios y que regresaría (Eliazar), en el cual creían sus seguidores, adorándolo como a Dios (Plinio el Menor).

En conclusión, existe una evidencia brumadora de la existencia de Jesucristo, ambas en historia bíblica y secular. Quizá la evidencia más grande de que Jesús existió es el hecho de que literalmente miles de cristianos del primer siglo, incluidos los 12 apóstoles, estuvieron gozosos de ofrendar sus vidas como mártires por Jesucristo. La gente morirá por lo que creen que es verdad, pero ninguno morirá por lo que ellos saben que es una mentira.

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