SÉPTIMO SERMÓN SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Por: Juan Calvino
"Y desde la hora sexta hubo tinieblas sobre la tierra hasta la hora novena. Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: ¿Elí, Elí lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?
Algunos de los que estaban allí decían, al oírlo: A Elías llama éste. Y al instante, corriendo uno de ellos, tomó una esponja, y la empapó de vinagre, y poniéndola en una caña, le dio a beber. Pero los otros decían: Deja, Veamos si viene Elías a librarle. Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.
Y he aquí el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron; y se abrieron los sepulcros, y muchos cuerpos de santos que habían dormido, se levantaron; y saliendo de los sepulcros, después de la resurrección de él, vinieron a la santa ciudad, y aparecieron a muchos. El centurión, y los que estaban con él guardando a Jesús, visto el terremoto, y las cosas que habían sido hechas, temieron en gran manera, y dijeron: Verdaderamente éste era Hijo de Dios" (Mateo 27:45 54).
Ayer vimos que las burlas y blasfemias de los enemigos de Dios no impidieron que la muerte y pasión de nuestro Señor Jesús produjeran y mostrasen su poder en medio de semejante desdén e ingratitud de parte del mundo. Porque aquí vemos a todos aquellos que tenían alguna reputación y dignidad entre los judíos burlándose abiertamente del Hijo de Dios. Sin embargo, ello no le impidió el tener piedad de un pobre ladrón y de recibirlo a vida eterna. De ninguna manera es necesario que la personalidad oscurezca o disminuya la gloria del Hijo de Dios. Si se afirma que un pobre ladrón de ninguna manera puede ser comparado con aquellos que gobiernan la iglesia, los cuales son maestros de la ley; no corresponde, hablando de la salvación que fue adquirida para nosotros mediante la gratuita bondad de Dios, que busquemos alguna excelencia en nuestra personalidad; en cambio, debemos volver más bien a lo que dice San Pablo: "Esta es una enseñanza fiel, que Jesús vino a salvara los pobres pecadores."(1) De manera entonces, cuando consideremos el fruto de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, todos los hombres tienen que humillarse, y no se hallará en ellos sino pobreza y vergüenza, para que por estos medios Dios derrame sobre ellos los tesoros de su misericordia sin otra consideración que la de proveer para nosotros ya que él ve que fuimos arrojados a las profundidades de todas las miserias. Puesto entonces, que este ladrón fue una persona desaprobada por rudos, a la cual Dios llamó tan súbitamente, cuando nuestro Señor le aplicó la eficacia de su muerte y pasión, la cual él había sufrido y soportado por toda la humanidad, ello debiera confirmarnos tanto más. Entonces, de ninguna manera, se trata aquí de que Dios muestre cómo extiende su mano hacia aquellos que parecen ser dignos de ello y que cuentan con algunos méritos propios, o que son respetables gozando de buena reputación general entre los hombres. Pero cuando el rescata a pobres almas condenadas de las profundidades del infierno, cuando él, se demuestra piadoso hacia aquellos para quienes se ha desvanecido toda esperanza de vida, entonces, en ello resplandece su bondad. Es ello también lo que debiera darnos entrada a la salvación. Porque los hipócritas, aunque profesen estar en cierta medida restringidos por la gracia de Dios, no obstante, con su arrogancia se fierran ellos mismos la puerta. Porque están tan inflados de orgullo que no se pueden ajustar a nuestro Señor Jesucristo. Entonces, primero estemos, completamente seguros de que Jesucristo llama a los pobres pecadores que no tienen sino turbación en su persona, y que él les extiende sus brazos para recibirlos. Porque si no estamos seguros jamás podremos tomar coraje para acercarnos a él. Pero cuando estemos totalmente persuadidos que es a los más miserables que él dirige su salvación la cual ha adquirido, siempre y cuando se reconozcan como tales, y se humillen y estén totalmente turbados, entregándose como culpables (puesto que lo son) ante el juicio de Dios; entonces estaremos seguros, y tendremos fácil acceso para ser partícipes de la justicia que aquí se nos ofrece y mediante la cual obtenemos gracia y favor delante de Dios.
Luego dice: "Desde la hora sexta hasta la novena hubo tinieblas." Hablo en forma diferente a nuestro lenguaje común, porque nosotros diríamos, desde las doce hasta las tres. Pero el evangelista seguía la forma común de hablar de aquel tiempo. Porque cuando menciona la tercera hora, no es para decir las tres de la carde, sino para referirse a la primera parte del día. En resumen aquí hay dos rosas para notar. Una es que contaban las horas en forma diferente a nosotros en el día hoy. Porque ellos contaban el día desde la salida hasta la puesta del sol, y había doce horas durante el día, mientras que nosotros medimos el día mediante veinticuatro horas, calculando desde la medianoche hasta la medianoche siguiente. Los relojes tenían que ser operados en forma diferente, de manera que las horas del verano eran más largas que las horas del invierno. Cuando los días eran más largos o más cortos, las horas también eran más largas o más cortas. El otro punto es que dividían al día en cuatro partes, cada una de tres horas, y cada parte ira denominada de acuerdo a su primera hora. De modo que todo el período de ¡lempo comprendido entre la salida del sol y la segunda parte del día era llamado la primera hora. La segunda parte que se extendía hasta el mediodía la llamaban tercera hora. Y la sexta comenzaba al mediodía y se extendía hasta tres o cuatro horas después. La otra parte, que era la última, duraba hasta la puesta del sol con lo cual había terminado el día. Es por eso que uno de los evangelistas dice que Jesucristo fue crucificado alrededor de la hora tercera. Y aquí dice que esto ocurrió alrededor de la hora sexta. Nuestro evangelista quiso decir que desde la hora sexta hasta la novena hubo oscuridad. Porque nuestro Señor Jesús fue crucificado entre las 9 de la mañana y el mediodía, y había sido condenado por Pilato alrededor de las 9 de la mañana. Y San Marcos se refiere al final de las tres horas. y no al principio, describiendo la hora en que Jesucristo fue llevado al Gólgota. Ahora bien, hasta la hora novena estuvo en la cruz, cuando el día ya estaba llegando a su fin. Entonces es muy probable que nuestro Señor Jesús no permaneció agonizando en la cruz más que tres horas.
Dice que durante ese tiempo hubo oscuridad sobre toda la tierra, es decir, en Judea. Porque la eclipse no fue general en todo el mundo. En efecto, ello habría oscurecido el milagro que Dios quería mostrar. Porque en tal caso podrían haber atribuido este eclipse al orden natural. Por otra parte no hay muchas personas que hayan hablado de él en el sentido de que haya ocurrido en otros países. En efecto, los que lo mencionan están bajo sospecha y con razón. Pero he aquí la nación de Judea que es cubierta por tinieblas. ¿Y a qué hora? Aproximadamente durante las tres horas del mediodía, cuando el sol aun no estaba ni cerca del ocaso, al decir de ellos. Pero, aparte del orden común de la naturaleza, era preciso que hubiese oscuridad para causar temor y asombro a todos. Muchos consideran que esto fue hecho como un signo de rechazo, como que Dios quiera llamar a rendir cuentas a los judíos, a efectos de que perciban algo por un crimen tan enorme como el que habían cometido, y como que, mediante este signo visible quisiera significarles que en realidad todas las criaturas tendrían que ocultarse de algo tan terrible, como cuando Jesús es entregado de esa manera a la muerte. Hemos de notar entonces que en una forma la muerte de nuestro Señor Jesucristo tenía que ser considerada como un terrible crimen, esto es en cuanto a los judíos. Dios ha detestado totalmente una iniquidad tan villana. Porque ella superó a todas las demás. En efecto, si odiamos el crimen y cosas similares, ¿qué diremos al venir a la persona del Hijo de Dios? ¡Porque los hombres se enloquecieron tanto que quisieron aniquilar a aquel que era la Fuente de la Vida, que se levantaron para destruir la memoria de aquel por medio de quien fueron creados, y en cuyo poder subsistimos!
Sin embargo, la muerte de nuestro Señor Jesucristo no se limitó a ser meramente un sacrificio de sabor dulce. Porque tenemos que recordar siempre que ella fue la reconciliación del mundo, tal como lo hemos declarado antes. Además, la oscuridad vino a efectos de que el sol diese testimonio de la majestad divina y celestial de nuestro Señor Jesús. Entonces, aunque durante aquel minuto Jesús no solamente estuvo abatido, siendo totalmente despreciable ante los hombres, incluso despojado de todo como dice San Pablo, no obstante, el sol muestra que le rinde homenaje, y en señal de ello permanece oculto. Entonces, siendo esto así, sepamos que Dios, a efectos de entregar tanto más inexcusables a los malvados quiso que en su muerte Jesucristo fuese declarado Rey soberano de todas las criaturas, y que este triunfo del que habla San Pablo en el capítulo segundo de colosenses, ya comenzó cuando dice que Jesucristo triunfó en la cruz.(2) Es cierto que él lo aplica refiriéndose a que Jesús rompió el acta que era contra nosotros, y que él nos justificó delante de Dios, y que por este medio fue conquistado Satanás; no obstante, eso ya fue mostrado por el eclipse de sol. Sin embargo, los judíos estaban convencidos de su propia ignorancia, de una ignorancia que incluso era maliciosa y fanática, como si a ojos vistos estuviesen poseídos por Satanás, y que en realidad eran como monstruos que se tornaron contra la naturaleza. Eso es, en resumen, lo que tenemos que recordar cuando se habla de la oscuridad que sobrevino.
Es cierto que en el día de hoy nos hallamos iluminados por la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo. Porque, ¿cómo es que el Evangelio nos muestra el camino de la salvación? ¿Cómo es que somos iluminados a venir a Dios si no es por medio del Hijo de Dios que nos es presentado allí con el fruto y el poder de su muerte? Entonces, Jesucristo realmente es el Sol de justicia, porque muriendo adquirió la vida para nosotros. Pero los judíos fueron privados de semejante beneficio. Y el hecho de oscurecerse el sol sirvió para que fuesen convencidos de ser rechazados de entre todos los pueblos, y que ya no habría doctrina que pudiera servirles, ni serles útil para salvación puesto que por su malicia habían tratado de extinguir todo aquello que podía darles esperanza. Porque era totalmente en la persona del Mediador a quien trataron de destruir con su malicia e ingratitud. Entonces, era completamente correcto que fuesen totalmente destituidos de toda luz de salvación, a efectos de que la ira de Dios se declarase en forma visible sobre ellos.
Luego dice que nuestro Señor Jesucristo clamó diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" San Mateo y San Marcos relatan en idioma siríaco(3) las palabras de nuestro Señor Jesús, las que son tomadas del Salmo 22. Y las palabras no son pronunciadas por todos los evangelistas conforme a lo que dice el texto de Salmo. Incluso en esta palabra: "Elí," esto es, "Mi Dios," vemos que San Marcos dice "Eloi."(4) Pero esto se debe, como ya lo hemos notado antes, a la corrupción del lenguaje. Porque los judíos, habiendo regresado de Babilonia nunca más tuvieron, como antes, un lenguaje totalmente puro. De todos modos, esta pregunta y este clamor es tomado del Salmo 22:1. Dios quiso específicamente que esto fuese relatado en dos idiomas, para mostrar que era un asunto de importancia, algo que debiera merecer nuestra atención. En efecto, a menos que queramos pensar (como muchas personas fantasiosas) que nuestro Señor Jesús habló conforme a la opinión de los hombres, y no de acuerdo a sus sentidos y a lo que sentía, ciertamente tenemos que ser conmovidos por esto, y la totalidad de nuestros sentidos tiene que ser cautivada, cuando Jesús se queja de haber sido entregado y abandonado por Dios su Padre. Porque es algo demasiado carente de sentido y demasiado necio decir que nuestro Señor Jesús realmente no se haya sentido tocado de angustia y ansiedad en su corazón, sino que había dicho simplemente: "Ellos pensarán que estoy abandonado." Ello demuestra que quienes buscan tales comentarios, no solamente son ignorantes, sino que todos ellos son bufones. Además nunca dejan de blasfemar, como perros cebados, contra Dios. Y todos los que hablan de esa manera, ciertamente no tienen más religión que los perros y las bestias brutas, porque no saben cuánto le ha costado al Hijo de Dios su salvación. Y, lo que es peor, se mofan de ella como villanos que son.
Entonces, tenemos que considerarlo como un hecho conclusivo, el que nuestro Señor Jesús, llevado a tal extremo y angustia haya clamado a gran voz (sí, como aquellos que son atormentados hasta el límite), diciendo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?" En efecto, anteriormente hemos dicho que ello sería una declaración fría al relato de su muerte si no consideramos la obediencia que él rindió a Dios su Padre.
Este es entonces, el punto principal que tenemos que considerar para estar seguros de nuestra salvación. Es decir, si hemos cometido muchas faltas y rebeliones e iniquidades contra Dios, todas ellas serán sepultadas, puesto que con su obediencia el Señor Jesús nos ha justificado y nos ha hecho aceptables para Dios su Padre. Ahora bien, ¿en qué consistió esta obediencia, sino en que Jesucristo no se rehusó a estar sujeto a la muerte si bien ella fue dura y terrible para él? Porque si en ella no hubiera experimentado ninguna dificultad ni contradicción, su muerte no habría sido obediencia. Pero, aunque por naturaleza nuestro Señor Jesús consideraba la muerte un horror y, en efecto, le resultaba terrible ser hallado delante del trono de juicio de Dios en nombre do todos los pobres pecadores (porque realmente estaba allí teniendo que llevar todas nuestras cargas), no obstante, por amor a nosotros, no dejó de humillarse para sufrir semejante condenación; consecuentemente vemos en él una obediencia perfecta, y en ello tenemos un buen motivo para glorificarlo, tal como el apóstol lo dice en la Epístola a los Hebreos: "Nuestro Señor Jesús fue oído en virtud de haber temido."(5) No obstante, aunque ello sea así, él tuvo que soportar aquello que fue tan duro y pesado, en efecto, totalmente contrario a todo afecto humano. Fue necesario entonces que Dios el Padre le enseñara de tal modo que su obediencia fuese conocida.(6) Vemos, entonces, que el apóstol especifica de modo particular que nuestro Señor Jesús tenía que ser abrumado por el temor. Porque sin ello no conoceríamos el valor de este sacrificio mediante el cual fuimos reconciliados. En efecto, San Pedro también nos muestra que nuestro Señor Jesús no sufrió solamente en el cuerpo, sino en su alma, porque él mismo dice que luchó contra los dolores de la muerte.(7)
Es cierto que las Escrituras dirán muchas veces que somos redimidos por la sangre de Jesucristo, puesto que él ofreció su cuerpo como un sacrificio. Por eso también dice que su carne nos es pan y que su sangre nos es bebida espiritual. Pero esto se dice en consideración a nuestra rudeza. Debido a nuestro escaso entendimiento es que el Espíritu Santo nos lleva de vuelta a las cosas visibles en la muerte de Jesucristo, a efectos de que tengamos una garantía totalmente cierta de nuestra salvación. Sin embargo, esto no es para excluir lo que se muestra en todos los demás pasajes ni para derogar nada de la declaración de que aquella muerte y pasión de nuestro Señor Jesús no habría servido para borrar las iniquidades del mundo, si él no hubiera obedecido, humillándose a sí mismo incluso a una muerte tan terrible. Y él obedeció, sin que de ninguna manera Fuesen eliminados sus sentidos. A1 contrario, aunque tuvo que sobrellevar, errores grandes y extremos, no obstante, puso nuestra salvación por encima de coda otra consideración. Aquí está entonces, lo que tenemos que observar en este pasaje, es decir, que el Hijo de Dios no solamente soportó en su cuerpo una muerte tan terrible, sino que fue impactado en lo más íntimo, y que tuvo que sobrellevar terribles ataques, como si Dios lo hubiera abandonado. Porque, en efecto, también sostuvo nuestra causa, teniendo que experimentar la condenación que había sobre los pobres pecadores.
Por causa de nuestros pecados realmente estamos separados de Dios, y él tiene que apartarse de nosotros, y nosotros hemos de saber que él realmente nos ha rechazado. Eso es lo que corresponde a los pecadores. Es cierto que Jesucristo nunca fue rechazado por Dios su Padre. No obstante, tuvo que sobrellevar estos dolores y tuvo que luchar valientemente para rechazarlos para que en el día de hoy el fruto de la victoria pueda volverse hacia nosotros. Debemos recordar entonces que, cuando nuestro Señor Jesús fue llevado a una situación tan extrema, como si Dios su Padre lo hubiera privado de toda esperanza de vida, es porque estuvo allí en la persona de nosotros, soportando la maldición de nuestros pecados, los cuales nos separaban de Dios. Porque, ¿en qué consiste nuestra felicidad, si no es en que somos vivificados por la gracia de Dios y alumbrados por su resplandor? El es la fuente de vida y de todo bien, y nuestros pecados realmente pusieron una gran distancia entre él y nosotros. Y esto, entonces, tuvo que experimentarlo Jesucristo. Ahora consideremos lo que alguien podrá decir. ¿Acaso es posible que Jesucristo experimentara tales terrores puesto que en él solamente hubo completa perfección? Porque aparentemente ello reduce la fe que él tiene que haber tenido, y de todo aquello en que nosotros teníamos que haber creído respecto de él. Es decir, que él era sin mancha ni pecado. Ahora bien, la respuesta a esto es muy fácil. Porque cuando fue tentado por Satanás, ciertamente tuvo que percibir el temor de estar realmente en el pináculo de una torre y de estar sujeto a esa ilusión conforme a su naturaleza humana. No obstante, eso no le quitó nada a su poder divino. A1 contrario, es motivo para que magnifiquemos su bondad hacia nosotros, puesto que de esa manera se humilló por nuestra salvación.
Ahora bien, dice que él clamó: "Dios mío, ¿porqué me has desamparado?" en primer lugar, es totalmente cierto que Jesucristo, siendo Dios, no podía tener semejante temor. No, no. Pero al sufrir, su Deidad (8) tenía que dar lugar a la muerte y pasión que él debía soportar. Ese es entonces, el poder de nuestro Señor Jesucristo, que por un tiempo quedó oculto, hasta que él hubiese cumplido con todo lo requerido para nuestra redención. De todos modos, conforme a los hombres, notemos que este clamor, este terror del cual hablamos ahora, en ningún modo disminuyó la fe de nuestro Señor Jesucristo. Porque, puesto que él fue hombre él depositó toda su confianza en Dios, tal como lo hemos visto y tratado suficientemente ayer. Entonces ello fue el auténtico patrón de una confianza verdadera, perfecta y completa. Ahora dice que estuvo en tal angustia que parecía haber sido abandonado por Dios su Padre. Sin embargo, su fe siempre fue perfecta, nunca fue abatida ni sacudida de ninguna manera. ¿Cómo es, entonces, que dice: "¿Por qué me has desamparado?" Es por causa del temor natural. He aquí, entonces, nuestro Señor Jesucristo, quien, conforme a la debilidad de su carne, realmente está abandonado por Dios y sin embargo, no deja de confiar en él. En efecto, en estas palabras vemos dos partes, que a primera vista parecen contradictorias, y sin embargo, todo concuerda perfectamente bien. Cuando dice "Dios mío, Dios mío," repitiendo así la palabra, demuestra con ello la constancia de su fe. Jesús no dice "¿Dónde está Dios? ¿Cómo es que me deja?" Si no que se dirige a él. Entonces, él tiene que estar perfectamente persuadido y seguro de que siempre hallará acceso favorable hacia Dios su Padre. He aquí (digo) un testimonio cierto e infalible de la fe de nuestro Señor Jesucristo. Porque en medio de aquella circunstancia tan extrema y de aquella angustia en la cual se hallaba, no deja de invocar a Dios su Padre, y no lo hace fingiendo, sino por el hecho de estar seguro de hallarlo propicio al invocarlo. He aquí (digo), la fe de nuestro Señor Jesucristo la cual es suficientemente declarada. Sin embargo, él repite la palabra, porque esta lucha es difícil, como si quisiera desafiar a todas las tentaciones que Satanás le ha preparado, y como buscando confirmación para su fe para poder persistir siempre en la invocación de Dios.
Ahora Jesús agrega: "¿Por qué me has abandonado?" Por supuesto, eso era conforme a lo que podía concebir como hombre. Porque le era preciso entrar en aquella experiencia y no ser conquistado por ella. Porque San Pedro dice: "Era imposible que fuese retenido por los dolores de la muerte,(9) y es decir, que sea capturado como un pobre hombre que se rinde totalmente y es aplastado. "Era imposible," dice San Pedro. De modo que la victoria estaba en medio de la lucha. Y ello es para glorificar tanto más a nuestro Señor Jesucristo. En parte esto lo había experimentado David. Porque es cierto que en medio de sus aflicciones, por muy intensas que hayan sido, persistió en invocar a Dios, ciertamente con la esperanza en él. Pero puesto que era un hombre frágil, su fe fue sacudida muchas veces, tal como él lo confiesa. Pero en cuanto a nuestro Señor Jesús había una consideración especial (la cual hemos tratado el último día del Señor), es decir, Jesús tenía bien controladas todas sus pasiones en virtud de la integridad que había en él y porque en él no había corrupción natural. Como nos ocurrirá a veces a nosotros, de que nuestros sufrimientos procederán de una buena causa, en efecto, tanto nuestros temores como nuestras ansiedades. Pero, le todos modos, siempre estarán mezclados con pecados puesto que la corrupción está en todas nuestras pasiones. Pero en nuestro Señor Jesús no hubo nada turbio ni desordenado. Consecuentemente, entonces, él no fue capturado de tal manera por la angustia que no fijara siempre en forma correcta su esperanza en Dios, invocándole únicamente a él, y siguiendo en ello firme y constante, habiendo perfectamente bien que hasta el fin segaría siendo el Salvador.
Después dice: "Algunos de los que estaban allí se burlaban de él." Invoca a Elías, veamos si Elías viene para ayudarle." Alguien supuso que los guardias, ignorantes de la ley, dijeron esto. Pero ello es un abuso demasiado necio, puesto que no sabían quien era Elías. No hay duda entonces, de que esta blasfemia no fue pronunciada por ningún otro sino por los sacerdotes (10) que eran eruditos en la ley. Y acaso, ¿no son ellos mismo engañados por lo que dijo Jesús? De ninguna manera. Porque el profeta a quien ellos llaman Elías, no es llamado así. De modo entonces que el nombre no los había engañado. Por lo tanto no hay ninguna duda implícita, puesto que la palabra "Elías" es pronunciada en forma totalmente distinta a la palabra "Elí"(11) esto es, "Dios mío." Eso no podía acusar ninguna ambigüedad. Entonces se debe a cierta malicia e impudicia el hecho de reprochar a nuestro Señor Jesucristo porque "llama a Elías." Y si esto nos parece extraño quisiera Dios que en el día de hoy no existieran tales ejemplos. Porque en la actualidad uno verá que los papistas con sus calumnias quitan y depravan lo que nosotros enseñamos. Es decir, aquello que es tomado de la pura verdad de Dios, y blasfeman conscientemente para que nuestra doctrina sea odiosa a muchas personas ignorantes y a personas que no escuchan lo que predicamos todos los días. Ellos, entonces, depravan con falsedad lo que decimos, y lo toman en sentido totalmente equivocado, a efectos de dar lugar a su mentira y con ello entretener a los pobres ignorantes. Es así cómo los enemigos de Dios, poseídos por Satanás, con cierta malicia han apartado las palabras de nuestro Señor Jesucristo, y en el día de hoy uno ve lo mismo entre los papistas. Y no únicamente en el papado se lo percibe, sino que incluso entre nosotros hay beligerantes que afirmarán que nuestro propósito es hacer creer que Jesucristo estaba desprovisto de toda esperanzan viendo que él sostuvo las angustias de la muerte, que realmente fue arrojado a las profundidades, aunque fue en nombre nuestro que estuvo allí llevando la carga de nuestros pecados. Pero esto de ninguna manera disminuye la constancia de su fe, impidiendo que siga siempre totalmente entera. Y estos bribones que hacen profesión del evangelio, no dejan de blasfemar conscientemente, con lo cual demuestran ser peores que aquellos de los cuales se habla aquí. Viendo entonces, que en el día de hoy el diablo agudiza la lengua de sus agentes, y que cada uno viene con brutal osadía para escupir su veneno contra la pureza de la doctrina, no nos parezca extraño que nuestro Señor Jesús haya sido difamado de tal manera. En cambio, soportemos pacientemente las blasfemias, orando a Dios (como dice en el Salmo doce) que destruya las lenguas villanas(12) tan llenas de vileza y execración, y que tienden a blasfemar su nombre y oscurecer su verdad.
Después de esto el evangelista relata que había allí una vasija llena de vinagre (ciertamente, como ya hemos visto, el vinagre estaba mezclado con hiel) y que tomaron una caña, o mejor dicho (según San Juan) un hisopo, para tener un brazo largo, y en su extremo colocaron una esponja para alcanzarla a la boca de Jesús. San Juan habla aquí en forma más distintiva, porque dice que Jesucristo, sabiendo que todas las cosas estaban cumplidas, dijo estar sediento, después de lo cual volvió a pronunciar las palabras: "Consumado es, todo ha sido cumplido." Esto es, entonces, lo que tenemos que notar aquí cuando esta bebida es dada al Hijo de Dios, es decir, que no pidió de beber porque estaba sediento, porque ya lo había rechazado, como ya lo hemos visto antes. ¿Por qué? Porque esta bebida era ofrecida para acortar la vida. Ahora bien, nuestro Señor Jesús quería esperar en todo y por todo, con paciencia y reposadamente la hora de Dios su Padre. Por eso es, entonces, por qué no quiso apurar su muerte, sino que se entregó pacíficamente y en obediencia, hasta que todo fuese cumplido en efecto, aunque todavía no había entregado el espíritu ni se había levantado de los muertos. Por eso San Juan quiere decir que hasta esta hora había mostrado completa obediencia, de manera que nada le impedía entregar su alma a Dios su Padre. Así es entonces, cómo debemos interpretar este pasaje: que nuestro Señor Jesús declaró que no faltaba nada más para nuestra redención, excepto partir de este mundo, para lo cual estaba preparado y listo, y de rendir su alma a Dios. Viendo entonces, que había cumplido con la totalidad de su deber como Mediador, y que había hecho todo lo requerido para apaciguar la ira de Dios hacia nosotros, y que el pago por nuestros pecados se había cumplido, ahora estaba dispuesto a pedir esta bebida.
Ahora bien, cuando dice: "Consumado es," estamos ante una declaración muy digna de ser notada y excelente. Porque es cierto que el Señor Jesús de ninguna manera está hablando de cosas pequeñas o comunes. Su intención es que por medio de su muerte tengamos todo lo que necesitamos para tener acceso a Dios y obtener gracia de él. No es que por esto debiera ser excluida su resurrección sino que es como si dijera que ha cumplido fielmente con su oficio, y que no ha venido para ser un Salvador parcial, sino que ha cumplido hasta el último momento la misión que le fue encomendada, y que conforme a la voluntad de Dios su Padre no había omitido nada. Siendo esto así, somos instruidos a fortalecer nuestra confianza en nuestro Señor Jesucristo, sabiendo que todas las partes de nuestra salvación fueron cumplidas en lo que él soportó por amor a nosotros. También es por eso que su muerte es llamada un sacrificio perpetuo, por el cual son santificados los creyentes y elegidos de Dios. Entonces, ¿queremos tener la libertad de invocarle? ¿Queremos tener descanso en nuestra conciencia? ;Queremos tener una certeza más plena de que somos tenidos por justos a efectos de ser aceptables a Dios? Habitemos en Jesucristo sin andar de un lado al otro, y reconozcamos que es en él en quien reposa toda perfección, aquellos entonces, que anhelan otros apoyos y que miran de un lado a otro para suplir lo que debe faltar a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo, renuncian totalmente al poder del cual estamos hablando. En breve, pisotean la sangre de Jesucristo, porque la deshonran. Ahora bien, en todo el papado ¿qué otra cosa hay allí sino renunciación de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo? Porque si bien piensan que están haciendo buenas obras, porque las llaman méritos, mediante los cuales creen adquirir gracia delante de Dios, ciertamente desconocen lo que fue pronunciado por nuestro Señor Jesucristo, "Consumado es." Y puesto que es así, cuando piensan en obtener salvación delante de Dios, y cuando quieren tener remisión de sus pecados, ¿a dónde van, sino a sus necias devociones? Porque cada uno, en su lugar, cumplirá con su pequeño deber, de modo que todas las así llamadas devociones en el papado son otras tantas blasfemias para anular lo pronunciado por nuestro Señor Jesús cuando dijo: "Consumado es." Entonces, ¿qué? Sepamos que no existe una sola partícula de virtud o mérito en nosotros, a menos que nos apliquemos a esta fuente en la cual encontramos toda la plenitud de ellos.
Así es entonces, cómo debe ser fijada nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo. Además, sepamos sobre todas las cosas, que cuando él fue ofrecido como sacrificio, era para absolvernos para siempre y de santificarnos perpetuamente, tal como lo dice las Escrituras.(13) No tengamos, entonces, otro sacrificio, sino éste. Es cierto que en el papado esta diabólica abominación de la misa es llamada Sacrificio diario; y, ciertamente dicen que Jesucristo se ofreció de nuestros pecados, pero que todavía es necesario que él sea ofrecido diariamente, lo cual es una blasfemia totalmente manifiesta, ya que usurpan el oficio que fue dado a nuestro Señor Jesucristo, al ser ordenado como único sacrificio eterno, en efecto, con un juramento interpuesto por Dios de que será perpetuo. Entonces, cuando los hombres mortales vienen por su propia cuenta con el mismo propósito de presentar y ofrecer a Dios a Jesucristo, ¿acaso no están robando a Dios el honor que solamente él merece, y que no puede ser atribuido a criatura alguna? Entonces, siendo esto así, vemos como estos pobres hombres enceguecidos, pensando estar de acuerdo con Dios,(14) provocan su ira y su venganza y renuncian a la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo. Y tanto más debiéramos magnificar la gracia de Dios mediante la cual nos ha rescatado de semejante abismo, que cuando pretendemos acercarnos a él, es para desafiarle abiertamente. Porque, cuando buscamos otro sacrificio que el que fue ofrecido en su persona nos privamos a nosotros mismos de él y del fruto de su muerte y pasión. Eso es entonces, lo que tenemos que recordar.
Ahora dice: "Mas Jesús, habiendo otra vez clamado a gran voz, entregó el espíritu.” Y este clamor era: "En tus manos devuelvo mi alma o mi espíritu." En esto vemos cómo combatió nuestro Señor Jesucristo contra los dolores de la muerte, y pudo ganar sus triunfos habiendo superado lo más difícil. Y esto tiene que ver con nosotros, esto es, tenemos que aplicarlo a nuestro uso. Porque el Elijo de Dios no solamente luchó de esa manera por nosotros sino que la victoria que él adquirió para nosotros, nos pertenece, y que en el día de hoy no tenemos que estar de ninguna manera atemorizados por la muerte, sabiendo que la maldición de Dios la cual nos era terrible, ha sido abolida, y que la muerte, en vez de poder herirnos como una plaga fatal, nos sirve como medicina para damos entrada a la vida. Ahora bien, así como anteriormente, siguiendo el ejemplo de David, dijo: "Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?(15) ahora toma la oración hecha por David en el Salmo treinta y uno: "En tu mano encomiendo mi espíritu."(16) Es cierto que David lo dijo estando rodeado de peligros. Como diciendo: "Señor, guárdame en tu protección; porque es como si tuviera mi alma entre mis manos; está realmente agitada. Porque me veo expuesto a todo tipo de peligros; es como que mi vida estuviera colgando de un hilo. Es decir que no permanecerá si tú no la tomas bajo tu protección." Así es como David, mediante esta oración constituyó a Dios como su protector. Sin embargo, no esperó hasta la muerte misma para invocar a Dios, y para estar seguro de que Dios es el Salvador de sus elegidos, y no solamente para mantenerlos y guardarlos en este mundo, sino también para cuando los llama a su presencia. Porque el principal cuidado que Dios tiene de nosotros es que al ser quitados de este mundo, somos escondidos bajo sus alas para regocijarnos en su presencia, tal como lo menciona San Pablo en II Corintios.(17) Además, nuestro Señor Jesús, al pronunciar esta oración declara morir en paz, habiendo triunfado en todos los combates que tuvo que librar por nosotros, y logrando que sus triunfos ya sean a nuestro nombre y para nuestro provecho y salvación. De esta misma manera también declara plenamente que Dios es su Salvador, y que él guarda su alma en forma totalmente segura. Porque eso es lo que implica su pedido cuando dice: "Dios mío, sé tú el protector de mi alma, aun después de la muerte."
Cuando nuestro Señor Jesús habla de esa manera, es como que nos asegura a todos de que no podemos fracasar si nos encomendamos a nuestro Dios, porque Dios ciertamente condesciende para hacerse cargo de nosotros, a efectos de sostenernos, y para que estando así bajo su mano nunca perezcamos. Ahora, debemos notar especialmente que las palabras de Jesucristo: "Dios mío, te encomiendo mi espíritu," le adquirieron el privilegio que le es atribuido por San Esteban en Hechos 7. Y es que él fue constituido guardián de las almas de todos nosotros. Porque, ¿cómo es que San Esteban habla en su muerte? "Señor Jesús, te encomiendo mi espíritu."(18) Así es, entonces, cómo San Esteban muestra el fruto de esta petición hecha por Jesucristo, es decir, ahora podemos dirigirnos a él, e incluso debemos hacerlo, declarando que en virtud de habernos sido dado como Pastor por Dios su Padre, sin duda podemos estar en paz, tanto en la vida como en la muerte, sabiendo que todas las cosas nos serán de provecho y serán transformadas para ventaja nuestra. Como dice San Pablo, que teniendo a Jesucristo todo le resultará como ganancia, y que ya no tendrá necesidad alguna, ni n la vida ni en la muerte, puesto que todo le redundará para provecho.(19)
De manera que debemos aprender ahora que siendo rodeados por la muerte, que Jesucristo le ha quitado el aguijón que podría habernos punzado mortalmente en el corazón, y que la muerte ya no nos causará daño, y que cuando nuestro Señor Jesús entregó el alma a Dios su Padre, no fue únicamente para ser protegido él en persona, sino también para adquirir este privilegio el cual es totalmente preservado para nosotros en virtud de aquella petición; ciertamente, es así cuando tenemos nuestro recurso en él, como aquel bajo cuya protección no podemos perecer puesto que él lo ha declarado. Allí está este triunfo del cual hemos hecho mención que ya redunda en beneficio nuestro. Así nuestro Señor Jesús demuestra cuán preciosa es su muerte, partiendo tan confiadamente hacia Dios su Padre a efectos de guiarnos a él y de mostrarnos el camino a él. Pero lo principal es que sepamos que su fruto vuelve hacia nosotros, puesto que él rompió el acta que había contra nosotros, puesto que pagó plenamente por nuestros pecados, de manera que podemos aparecer de tal manera ante Dios su Padre que ni aun la muerte podrá hacernos mal o daño alguno. Aunque todavía vemos muchas cosas en nosotros que pueden causarnos asombro, y aunque experimentamos nuestra pobreza y miseria, no por eso dejemos de gloriarnos en aquel que fue abatido por nosotros a efectos de levantarnos con él.
En efecto, aunque por parte del hombre no hay sino completa vergüenza, sin embargo, cuando Jesucristo fue colgado allí en la cruz Dios ya quería, en ese momento, que por boca de Pilato fuese declarado Rey. Entonces, aunque el reinado de nuestro Señor Jesucristo es vilipendiado delante del mundo no por eso dejemos nosotros de considerarlo como el fundamento de toda nuestra gloria, y sepamos que, estando en vergüenza bajo su liderazgo, tenemos no obstante, motivos para regocijarnos, puesto que siempre seremos de condición bendecida porque todas las miserias, aflicciones e ignominias que soportamos aquí son más honorables y preciosas delante de Dios que todos los cetros, toda la pompa y todas las cosas honorables a las cuales se apegan los hombres. Es así, entonces, cómo hemos de venir a nuestro Señor Jesucristo, y aferrarnos a él, para que conozcamos el valor de las riquezas 4que él nos trae; y, sobre todo, cuando él nos guía mediante su evangelio, sepamos rechazar todas las conveniencias y comodidades de este mundo; en efecto, considerémoslas como detestables cuando ellas pueden apartamos del buen canino. En breves palabras, que nuestro Señor Jesús reciba el honor que merece, y en cuanto a nosotros que no seamos como cañas sacudidas por cada viento, sino que, siendo fundados en él, invoquemos a Dios, y obtengamos en vida y en muerte la victoria en la cual él ya ha triunfado. Y mientras aun permanecemos aquí abajo, démosle el honor de reconocer que es él quien nos sostiene. Esto es lo que hará cuando tengamos nuestro refugio realmente en él; digo que lo hará, y no en forma común, sino milagrosamente. Porque cuando somos arrojados al fondo mismo del abismo de la muerte, su oficio consiste en rescatarnos de él y conducirnos a la herencia celestial la que ha adquirido a tan alto precio para nosotros.
Ahora hemos de inclinarnos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.
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* *Procedente de: Corpus Reformatorum, Calvini Opera, Vol. 46, pp. 914 928.
(1)1 Timoteo 1:15.
(2)Colosenses 2:14,15.
(3)Un dialecto del arameo, que también incluye caldeo, etc.
(4)Marcos 15:34. Hebreo ELEE. En Mateo es una transliteración del hebreo. En Marcos probablemente es una transliteración del siríaco de aquel tiempo.
(5)Hebreos 5:7, un versículo interesante referido a cómo Dios contesta la oración.
(6)Hebreos 5:8.
(7)Creo que esto es una interpretación de I Pedro 3:18.
(8)Sa Divinité.
(9)Hechos 2:24.
(10)Sacrificateurs.
(11)En inglés no se podrían confundir estas dos palabras. En francés "Elie" (Elías) y “Eli” (Dios mío) se pronuncian de la misma manera. Hebreo ELEEAHOO (Elías) tiene las dos primeras sílabas similares a las de ELES (Dios mío).
(12)Salmo 12:3.
(13)Apocalipsis 13:8 "El cordero inmolado desde la fundación del mundo." Sin embargo, Calvino no llama desmedidamente la atención sobre el libro de Apocalipsis.
(14)Faire appointement avec Dieu. Detrás de la palabra appointement está la expresión idiomática latina a punctum. Quizá la traducción tendría que ser así: "suponiéndose ellos mismos en absoluto acuerdo con Dios."
(15)Salmo 22:1.
(16)Salmo 31:5.
(17)Referencia al "evangelio oculto," 11 Corintios 4:3.
(18)Hechos 7:59.
(19)Filipenses 1:20 24.
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