Por: R.M. McCheyne
«En amor no hay temor; mas el perfecto amor echa fuera el temor: porque el temor tiene pena. De donde el que terne, no está perfecto en el amor. Nosotros le amamos a Él, porque ]ti nos amó primero. Si alguno dice: Yo amo a Dios y aborrece a su hermano, es mentiroso. Porque el que no ama a su hermano al cual ha visto, ¿cómo puede amar a Dios a quien no ha visto? Y nosotros tenemos este mandamiento de 21: Que el que ama a Dios, ame también a su hermanos" (I Juan 4:18-21).
"El perfecto amor echa fuera el temor".
1. LA SITUACIÓN DE UN ALMA DESPERTADA
"El temor tiene pena". En la Biblia se mencionan dos clases de temor, siendo muy opuestos el uno del otro. El uno es el temor que se respira en la misma atmósfera del cielo, mientras que el otro es el que se respira en el ambiente del infierno.
1. Hay el temor del amor. - Es el temor que se halla en la manera de ser del niño: el temor del Señor, que es el principio de la sabiduría. Es el temor de Job, de quien se nos dice que era "temeroso de Dios y apartado del mal" SI, es el mismo espíritu que había en el Señor Jesús. Sobre Él posaba "el espíritu del temor del Señor".
2. Hay también el temor del terror. - Es el que caracteriza la manera de ser de los demonios: "El diablo cree y tiembla". Este temor es el que hubo en Adán después de la caída. Junto con Eva huyó de Dios al oír su voz y trató de esconderse tras alguno de los árboles del huerto del Edén. Éste fue el temor del carcelero de Filipos cuando, temblando y corriendo a los misioneros Pablo y Silas, derribándose a sus pies, dijo: "Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo?" Éste es el temor a que nos estamos refiriendo, el temor del tormento. "El temor tiene -pena". Algunos de vosotros habéis tenido alguna vez este temor que tiene pena. Muchos más podrían sentirlo hoy; está a vuestro alcance experimentarlo, pues se halla en ciernes en vuestra condición de perdidos. Permitidme explicaros cómo se produce en el alma.
Primero: El hombre natural se desentiende de él y lo ahuyenta absteniéndose de presentarse delante de Dios y evitando todo aquello que -dice- le ocasiona complicaciones. "Quieto estuvo Moab desde su mocedad y sobre sus heces ha estado él reposado y no fue trasegado de vaso en vaso, ni nunca fue en cautiverio; por tanto, quedó su sabor en él, y su olor no se ha trocado" (Jer..48:11). El hombre natural es como un campo que nunca ha sido removido con el arado y que se encuentra completamente cubierto de espinos y cardos. ¿Hay entre vosotros alguien que nunca ha temblado por su alma? Muchos de vosotros pensáis que sois mejores que vuestros vecinos. ¡Ay! que vuestro dulce, pero funesto sueño bien pronto será roto y despertaréis a la triste realidad.
Segundo: Cuando el Espíritu de Dios abre los ojos del hombre natural, hace que tiemble aún cuando sea el más osado y desvergonzado de los pecadores. El Espíritu Santo le muestra el número de sus pecados y hasta diríamos que no le muestra el número de ellos porque no pueden ser contados. Antes de la obra del Espíritu Santo tenía una memoria que fácilmente olvidaba sus pecados; las blasfemias se desbordaban por su lengua y ni siquiera se enteraba. Cada día que transcurría añadía nuevos pecados en la negra lista que llena las páginas del libro de Dios y él ni se daba cuenta. Sin embargo, ahora el Espíritu de Dios le ha hecho sentir el Peso de ellos y la visión de ellos está siempre presente delante de él. Todos los pecados no perdonados, todas las barbaridades cometidas hace ya mucho tiempo -aunque. hasta ahora completamente olvidadas--- se levantan ante él acusándole y produciendo el temor de que estamos hablando. "Me han cercado males hasta no haber cuento: hanme comprendido mis maldades y no puedo levantar la vista" (Salmo 40:12).
Tercero: El Espíritu Santo hace sentir al hombre la grandeza de su pecado y la tremenda pecaminosidad del mismo. Antes consideraba al pecado como si fuese algo de escasa importancia, como un fantasma producto de una mente débil y supersticiosa, pero ahora se yergue ante él como. un diluvio en el que habrá de perecer anegado. Siente que la ira de Dios pesa sobre él, le parece que un tremendo sonido de condenación azota sus oídos. Entonces no sabe qué hacer y su temor tiene pena. El pecado aparece ahora como una tremenda ofensa contra un Dios tres veces Santo, contra un Dios que es amor y contra el Señor Jesucristo y su amor.
Cuarto: Una tercera cosa que atormenta tremendamente al alma es el descubrimiento de la corrupción que hay en su corazón. Frecuentemente las personas que han sido redargüidas de pecado por el Espíritu Santo, son llevadas a experimentar la espantosa obra que se mueve en su corazón. A menudo la tentación y la convicción de pecado aparecen tan íntimamente relacionadas que producen un tremendo tormento que llena de pena el corazón, la pena del temor, pena que destroza el corazón. La convicción de pecado lacera su corazón incitándole a huir de la ira que vendrá, pero por otro lado y en el mismo instante alguna baja pasión ruge, o algún pecaminoso pensamiento de envidia o malicia en una cualquiera de las cincuenta mil maneras que tiene de manifestarse bulle en el seno del corazón arrastrándolo hacia el infierno. Entonces el hombre siente que el infierno se halla dentro de él. En el infierno habrá mucho de esta, mixtura, mucho de esta mezcla de experiencia: abundará el temor irrefrenable de la ira de Dios, el espanto de sus juicios siempre renovados y también aparecerá, en todo su tremendo horror, la corrupción hirviendo en el seno haciendo a las almas más intolerables el castigo. Lo que podríamos llamar primicias de esta experiencia a menudo ha sido sentido por más de uno aquí en la tierra. Algunos de vosotros podéis estar sintiéndolo ahora en vuestros corazones. Éste es el temor que produce pena.
Quinto' - Otra cosa que atormenta horriblemente al alma radica en el hecho de la convicción que el Espíritu Santo obra en la conciencia haciéndole ver su completa incapacidad para salvarse a ¡sí misma, su total incapacidad para ayudarse a sí misma. Al principio de la experiencia de un hombre -que habiendo estado muerto en delitos y pecados es despertado-, éste piensa: "Pronto saldré de esta horrible situación, pues de ahora en adelante me mejoraré". Traza entonces muchos planes para reformarse y justificarse así a sí mismo. Cambia entonces ¡su vida, trata de arrepentirse e inicia una vida de piedad con oración y asistencia a cultos religiosos. Sin embargo, pronto descubre que "sus justicias son como trapos de inmundicia" que está intentando cubrir sus miserias con trapos también inmundos; pronto es guiado por el Espíritu -Santo a descubrir que cuanto él pueda hacer no significa nada que pueda justificarle, y que de él, sucio por naturaleza, nunca podrá salir nada limpio. Entonces su alma se hunde en una horrible desesperación. Éste es el temor que tiene tormento.
Sexto: Teme entonces que nunca podrá ser hallado en Cristo. Ya algunos de vosotros quizá sabéis cuánto tormento produce este temor. El libre ofrecimiento de Cristo es el hecho que hace todavía más hiriente el temor que lacera vuestro corazón. Habéis oído predicar acerca de Él, que está lleno de misericordia, qué invita a los pecadores a acudir a Él, -que Él nunca echa fuera a los que a Él acuden pero teméis que nunca llegaréis a ser uno de ellos. Teméis que habéis pecado demasiado, que os habéis excedido, que habéis pecado más allí de la medida de la gracia. ¡Ah!, este temor tiene un gran tormento.
Algunos han negado a pensar que no es buena cosa haber ¡sido despertados.
Consideración 1. - Ése es el único camino que conduce a la paz que excede a todo conocimiento. Es el método que Dios ha escogido con miras a llevaros a sentir la urgente necesidad que tenéis de Cristo antes de que éste venga a vuestros corazones. La paz que antes habíais tenido era la paz de un sueño, una paz irreal; ahora que han sido despertados, comprendéis que realmente era así. Preguntad ahora a las otras almas despertadas -y salvadas después--- si ellas se volverían a su antiguo sueño, el sueño de la paz que ahora han hallado era falsa. ''¡Ah 1, no ---os dirían-, si he de morir no se me aparte del pie de la cruz; no se me haga perecer como perecen los no despertados. Bendito el día en que descubrí mi terrible situación"
Consideración 2. - Aun cuando no lo queráis, habréis de ser despertados algún día. Si no lo sois ahora, lo seréis después en el infierno. En el infierno no hay ni siquiera un alma no despertada; allí todas tiemblan llenas de espanto. Los demonios tiemblan, como también tiemblan las almas condenadas. ¿No sería mejor temblar ahora que tenéis tiempo de refugiaros en Cristo? Es ahora que Él está aguardándoos para poder tener misericordia de vosotros. Después Él se mofará de vosotros cuando os sobrecoja el temor y se apodere de vuestras almas como ladrón que de forma inesperada viene de noche. Conoceréis entonces por toda la eternidad que el "temor tiene pena"
II. EL CAMBIO QUE SE PRODUCE EN EL CREYENTE
"En amor no hay temor". "El perfecto amor echa fuera el temor".
1. El amor de que se nos habla aquí, no es el amor que nosotros tenemos para con Dios, sino el amor que Él tiene para con nosotros. Todo lo que hay en nosotros o puede brotar de nosotros es imperfecto. Una vez que hayamos cumplido cuanto nos haya ¡sido mandado habremos de decir: "Siervos inútiles so~'. El pecado se mezcla con todos nuestros pensamientos y con todas nuestras obras. No nos significaría consuelo alguno que se nos dijese que si amamos a Dios perfectamente, entonces nuestro temor sería echado fuera, porque ¿cómo podemos nosotros obrar tal amor en nuestros corazones, cómo podemos nosotros producir ese sentimiento en su perfección? Es el amor del Padre para con nosotros .lo que echa fuera el temor. Dios es perfecto y todas sus obras son perfectas. 21 no puede hacer nada que no sea perfecto. Su conocimiento es un conocimiento perfecto, su ira es una ira perfecta, ¡su amor es un amor perfecto. Y es este amor perfecto el que echa fuera el temor. Del mismo modo que un rayo de luz del sol barre por completo las tinieblas que lo inundaban todo antes de que él hiciese su aparición, así su amor echa fuera el temor.
2. Pero ¿de dónde procede este amor, o en dónde radica? Se halla y radica plenamente en Cristo Jesús. En dos ocasiones habló Dios desde el cielo para, decir: "Éste es mi Hijo amado en quien mi alma toma contentamiento". Dios ama perfectamente a su Hijo y admira la infinita belleza de ¡su persona. En 101, Dios se contempla a al mismo revelado en carne. Dios está perfectamente complacido con su obra consumada completamente. El corazón infinito del Dios también infinito se desborda en amor para con nuestro Señor Jesucristo. Y en el seno de Crísto no hay temor. Todos sus temores, que un día anegaban su alma, han sido echados fuera. Hubo un tiempo en que exclamó: "Desde la mocedad he nevado tus terrores, he estado medroso; sobre mí han pasado tus iras, tus espantos me han cortado!' (Salmo 88:15-16). Sin embargo, ahora se halla disfrutando del perfecto amor de Dios, y ese perfecto amor echa fuera el temor. Escuchad, pues, almas tremolas y llenas de temor. En ese mismo amor podéis hallar descanso para vuestras almas. No tenéis por qué vivir ni siquiera una hora más con los tormentos que hieren vuestro corazón. Jesucristo ha cargado sobre al la ira que atormenta vuestra alma. Ahora 111 ha venido a constituirse en un refugio para los oprimidos, un refugio para el tiempo de la turbación. Mirad a Cristo y vuestros temores serán echados fuera. Acudid a los pies de Cristo y allí hallaréis descanso para vuestras almas. Invocad el nombre del Señor y os librará de todos vuestros temores. Incluso llegáis a decir que no podéis mirar a Cristo, ni acudir a 21 ni invocar su nombre, porque sentís que no podéis ni siquiera hacer eso; tal es vuestra situación desesperada. Oíd, pues, y vivirá vuestra alma. Jesús es el Salvador de los desesperanzados. Cristo es, no sólo el Salvador de los desnudos y vacíos y de los que no tienen nada bueno que pueda servirles de recomendación, sino que también es el Salvador de aquellos que se sienten incapacitados para darse a al mismos. Es completamente imposible que vuestra situación sea, una ¡situación demasiado desesperada para Cristo. Mientras permanecéis en la incredulidad, la ira perfecta de Dios se halla amenazadora sobre vosotros. La ira de Dios es tan sorprendente como sorprendente es su amor. Ambos sentimientos brotan del mismo seno. Pero en el mismo instante en que miráis a Cristo, venía a ser hallados en la posición segura de su perfecto amor, amor que no conoce tibieza de ninguna clase, luz sin mezcla de sombra, amor sin nube ni montaña alguna que se oponga como un obstáculo. El amor de Dios echa fuera todos los temores.
III. EL AMOR NOS DARÁ CONFIANZA EN EL DÍA DEL JUICIO (v. 17).
Existe un día grande del que muy a menudo se habla en la Escritura: es el día del juicio, el día en que Dios juzgará lo oculto de los corazones de los hombres por el Señor Jesucristo. Toda alma no cristiana no podrá mantenerse en el día del juicio. Los impíos no permanecerán en el día del juicio. Actualmente, los pecadores son muy atrevidos y desvergonzados; su cuello se mantiene erguido como si su nervio fuese de hierro, y su frente parece de duro metal. La mayoría de ellos no se avergüenzan cuando son sorprendidos en pecado. Hablando entre nosotros, ¿no es extraordinaria la osadía con que los pecadores participan muchas veces de los actos religiosos, con hipocresía, como si realmente sintiesen lo que no sienten? ¡Con qué desfachatez y sarcasmo juran a veces y hacen sus votos! ¡Con cuánta osadía algunos impíos se acercan a la mesa del Señor! Ah, pero ello durará sólo muy poco tiempo. Cuando aparecerá el Señor Jesús, el Santo Jesús en toda su gloria, entonces los pecadores, de rostro endurecido por la desvergüenza, serán humillados. Quienes nunca han orado, empezarán a inclinar su rostro en actitud de reverencia y rendición. Los pecadores que presurosos corrían al pecado y también resueltamente a participar de la Cena del Señor o de cualquier otro acto religioso, empezarán a temblar llenos de flaqueza y chocarán sus rodillas entre sí.
¿Quién vivirá el día de la venida del Señor Jesucristo y quién podrá permanecer en el día del juicio? Cuando los libros se abran, por un lado el Libro de la Vida y por otro la Biblia, los muertos todos serán juzgados por las cosas escritas en ellos. Entonces el corazón de los impíos desfallecerá dentro de ellos y entonces empezará su vergüenza y perdición eternas. Muchos impíos se consuelan ahora pensando que su pecado no es conocido, que ningún ojo humano les ha visto; pero en aquel día los más secretos e íntimos pecados de cada uno serán sacados y llevados a la luz. "Toda palabra ociosa que hablaren los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio". i Cómo debierais temblar y caer cubiertos de vergüenza, oh hombres impíos que os introducía hipócritamente en las congregaciones! ¿No os avergonzaría el que yo ahora descendiese del púlpito y delante de esta congregación os acusase de todos los pecados que habéis cometido durante la semana transcurrida, sacando a luz todos los fraudes y engaños, todas las inmoralidades secretas, todo el rencor y malicia de intención que está fuertemente sellado en lo más íntimo de vuestra conciencia? ¿No quedaríais llenos de confusión y os taparíais el rostro por la vergüenza? ¡Cuánto más en aquel día, cuando los pecados más secretos de toda vuestra vida serán sacados a luz y puestos al descubierto ante todo el mundo! ¡En qué eterna confusión se verá sumida vuestra alma en aquel día! Os sentiréis corridos de vergüenza, todo vuestro orgullo y vanidad habrán quedado para siempre, -aunque vivos---mortalmente heridos.
Sin embargo, todos los que estén en Cristo Jesús tendrán confianza.
1. Porque Cristo será el juez. - í Cuánta paz inundará vuestros corazones aquel día cuando veáis, creyentes, que Cristo es el juez, aquel que derramó su sangre por vosotros, aquel que es vuestro refugio, vuestro Pastor; vuestro todo. Todos los temores desaparecerán. Exclamaréis entonces: ¿Quién nos condenará? Porque Cristo es el que murió, En la misma bendita mano que contemplasteis abrió los libros, veréis las heridas que sufrió en la cruz cuando llevó sobre el vuestros pecados. Cristo, para vosotros, será el mismo en el día del juicio que es ahora.
2. Porque el Padre mismo os ama. - Cristo y el Padre son uno. El Padre no halla pecado en vosotros porque como es Cristo, así sois vosotros en el mundo. Seréis juzgados en conformidad a lo que es vuestro refugio, así es que el amor de Dios será en vosotros en aquel día. Sentiréis la tranquilizadora sonrisa del Padre posándose sobre vosotros en tanto ola la voz de Cristo decir: "Venid, benditos de mi Padre".
Aprended a no tener ningún temor ahora en tanto vivía aquí en la tierra -,si en verdad sois de Él-, porque tampoco lo tendréis en aquel di& No temáis, sino aguardad al Señor y tened buen ánimo.
IV. LAS CONSECUENCIAS DE ESTAR EN EL AMOR DE DIOS.
1. "Nosotros te amamos a É1,Porque Él nos amó Primero" (v. 19). Cuando un pobre pecador se acerca a Jesús y halla en Él todo el amor perdonador de Dios, siente que nace de su corazón un sentimiento de gratitud y de amor que no puede ocultar. Cuando el hijo pródigo regresó a su hogar y sintió los brazos de su padre abrazándole fuertemente, sintió nacer tan vigoroso como el abrazo un sentimiento tierno de gratitud y amor para con su ofendido, pero amante padre. Cuando el sol del verano cae ardorosamente sobre el manto azul de las aguas del mar, un vapor de agua se eleva hacia el firmamento formándose así las nubes. Y del mismo modo cuando los rayos del Sol de Justicia se derraman sobre un alma, hace nacer y elevarse de lo más íntimo de ella sentimientos de amor para con Dios nunca antes conocidos.
Algunos de vosotros os estáis esforzando por amar más a Dios. Venid, pues, a Dios. Dejaos amar por Él, aunque sintáis cuán indignos sois. Es mucho mejor ser amado por Él que incluso amarle, y, además, es el único y eficaz camino por el que podemos aprender a amarle. Cuando la luz del sol llega a la luna, la encuentra fría y poco codiciable, pero la luna refleja la luz y vuelve a enviarla hacia el sol. Del mismo modo debéis permitir que el amor de Dios brille en vuestro seno y, de forma natural, descubriréis cómo brota de vosotros el amor por el que suspiráis. Él amor de Cristo nos constriñe. "Nosotros le amamos a Él porque Él nos amó primero" El único remedio que puede curar nuestros corazones de su fría dureza es mirar el corazón de Jesús.
Algunos de vosotros no tenéis amor a Dios porque amáis algún ídolo. Tened por cierto que vosotros nunca habéis acudido al amor de Dios, y sabed que ¡sobre vosotros descansa la maldición de Dios: "El que no am al Señor Jesucristo sea anatema, Maranatha!"
1. Nosotros también amamos a los hermanos. - Si vosotros amáis a alguna persona que está ausente de vosotros, ciertamente amáis su fotografía. ¿No es una fotografía de su esposo lo que la esposa del pescador guarda con gran cariño envuelta cuidadosamente en algún pañuelo 0 colocada junto a su mesita de noche, rodeada casi siempre de olorosas flores? Cada mañana y cada noche la coge y la besa después de contemplarla con sus perlados ojos humedecidos por las lágrimas. Es el retrato de su marido ausente. Tiene mucho aprecio a aquella fotografía porque es, como es él; verdad es que tiene muchas imperfecciones, pero es como es él. Los creyentes son los retratos de Dios, son la imagen de Dios en este mundo; el Espíritu de Cristo habita en ellos. Los creyentes andan como Él anduvo. Desde luego, están llenos de imperfecciones, pero no por ello dejan de ser su verdadera imagen. Si vosotros le amáis a Él, notaréis que también amáis a los creyentes; haréis de ellos vuestros mejores amigos
Entre vosotros ¿hay algunos a quienes desagradan los verdaderos cristianos Ciertamente hay entre vosotros quienes no hallan complacencia en su manera de ser, ni en ¡u conducta, ni en su hablar, y halláis ridícula su vida de oración. Los llamáis hipócritas y los menospreciáis evitando también su amistad, ¿ sabéis por qué? Odiáis la imagen, odiáis la copia, porque odiáis el original. Odiáis a Cristo, y desde luego, no sois suyos.
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