Por Dr. John Owen
“Cristo en vosotros la esperanza de gloria” – Colosenses 1:27
La esperanza es un don glorioso, cuyas bendiciones se encuentran en la Biblia, y una operación eficaz que sustenta y consuela a los creyentes. Por ella somos purificados, santificados y salvos. Y, además de su excelencia y eficacia, es una de las formas principales en que Cristo habita en nosotros: “Cristo en vosotros la esperanza de gloria” (Col. 1:27). Cuando Cristo manifiesta su presencia en nosotros, nos da una infalible esperanza de gloria; Él nos da una garantía segura de la misma y trabaja en nuestra alma para que estemos a su expectativa. La esperanza no es una expectativa incierta sobre el porvenir que esperamos; sino que es un don del evangelio y, por lo tanto, quita toda inseguridad que pueda despejarnos de sus ventajas. Es un anhelo ardiente que proviene de la fe, confianza y seguridad, acompañado de un profundo anhelo de bienestar. Debido a un concepto equivocado, los cristianos trabajan y se esfuerzan por obtener sus beneficios; porque suponen que vivir en esperanza es un estado que existe no sólo en una vida de fe y de seguridad en esa fe, sino también en ellos mismos. Piensan que tener la esperanza de ser salvos es una condición de aquellos que no tienen una fe o seguridad fundamentada. Sin embargo, esto es transformar un fruto del espíritu en un simple afecto natural. La esperanza del evangelio es fruto de la fe, confianza y seguridad. La grandeza de los asuntos de la gracia con una esperanza bien fundamentada no puede ser superada. (Rom. 5:2-5)
La razón por la cual el hombre no ejercita, ni se beneficia por, este don es porque no contempla ni medita en las cosas que espera. El principal objetivo de la esperanza es la gloria eterna (Col. 1:27, Rom. 5:2). Su propósito característico es sustentar, consolar y alentar el alma en toda prueba, cansancio y abatimiento, con la firme expectativa de una pronta entrada en esa gloria que trae como consecuencia un anhelo ardiente por alcanzarla. Por lo tanto, a menos que nos familiaricemos con la realidad de esta gloria mediante la meditación continua en ella, será imposible que sea el objeto de una esperanza vigorosa y activa por la cual el apóstol decía “somos salvos”. Sin esta meditación, no podemos tener evidencias de lo eterno, ni valorarlas, así como tampoco estaremos preparados mentalmente para ellas como deberíamos estarlo.
Supongamos que varias personas se involucran en un viaje hacia un país muy lejano, del cual todos perciben que es un lugar de descanso y que hay una herencia que los espera. Según esta percepción, emprenden el viaje para alcanzar lo que está preparado para ellos. Sin embargo, algunos de ellos sólo tienen una noción general de cuáles son esas cosas. No saben nada específico sobre ellas y están tan ocupados en otros asuntos que no tienen tiempo para investigarlas; o simplemente no pueden llegar a un conocimiento particular de ellas y se conforman con sus esperanzas y expectativas generales. Sin embargo, hay quienes hacen lo posible por conocer particularmente el entorno del lugar a donde van, junto con la excelencia de la herencia y las cosas que están preparadas para ellos. El viaje se hace largo y cansador, enfrentan muchas dificultades y grandes peligros, y no hay nada que los tranquilice y anime, sólo la esperanza y la expectativa que pusieron en el país al que se dirigen. La primera clase de personas se desalentará y debilitará; sus esperanzas generales no podrán tranquilizarlas. Sin embargo, aquellas personas que tengan una noción y percepción definida de las cosas del país al que se dirigen, y de su incomparable excelencia, estarán preparados para animarse y mantenerse en pie.
Es seguro que en nuestro viaje o peregrinaje hacia la patria celestial nos encontraremos con toda clase de peligros, dificultades y pruebas. Una noción general de las bendiciones que nos esperan no hará funcionar en nosotros una esperanza viva y espiritual. Sin embargo, cuando pensamos y meditamos en la gloria futura de la manera en que debemos, esa esperanza que se desconoce, principalmente sus beneficios y su ejercicio, será la más activa y vigorosa y estará presente en cada situación. Por lo tanto, es un beneficio invaluable que encontrarán aquellos que tienen una mente espiritual.
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