SEGUNDO SERMÓN SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO
Por: Juan Calvino
"Vino luego a sus discípulos, y los halló durmiendo, y dijo a Pedro. ¿Así que no habéis podido velar conmigo una hora? Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Otra vez fue, y oró por segunda vez, diciendo: Padre mío, si no puede pasar de mí esta copa sin que yo la beba, hágase tu voluntad. Vino otra vez y los halló durmiendo, porque los ojos de ellos estaban cargados de sueño. Y dejándolos, se fue de nuevo, y oró por tercera vez, diciendo las mismas palabras. Entonces vino a sus discípulos y les dijo: Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora, Y el Hijo del Hombre es entregado en manos de pecadores. Levantaos, vamos; ved, se acerca el que me entrega. Mientras todavía hablaba, vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos, de parte de los principales sacerdotes y de los ancianos del pueblo. Y el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron" (Mateo 26:40 50).
Esta mañana hemos visto como el Hijo de Dios, teniendo que soportar una lucha tan difícil como la de aparecer ante el trono de juicio de Dios su Padre para recibir sentencia de condenación como seguridad para nosotros, fue fortalecido por medio de la oración. Porque era necesario que en él aparezca la debilidad humana, Y nada es quitado de su divina majestad cuando se postró de esa manera hasta el polvo para hacer posible nuestra salvación. Ahora hemos de notar que no fue solamente una vez que oró. Por lo cual vemos, por medio de su ejemplo que somos exhortados a no desmayar si no somos oídos tan pronto como quisiéramos. De manera que aquellos que se desaniman cuando Dios no responde a su primer deseo muestran no saber lo que es orar. Porque la norma segura para encontrar nuestro refugio en Dios implica perseverancia. Así es que el principal ejercicio de nuestra fe es la oración. Ahora bien, le fe no puede existir sin espera. Para Dios no es posible complacemos tan pronto hemos abierto nuestra boca Y formulado el pedido. En cambio, es necesario que él demore y que con frecuencia nos deje languidecer de manera que podamos saber lo que significa invocarlo sinceramente y sin falsedad, de manera que podamos ser pacientes y soportar hasta que halla llegado el tiempo oportuno de la ayuda. Entonces notemos bien que nuestro Señor Jesucristo no oró una sola vez a Dios su Padre, sino que volvió a hacerlo una segunda vez.
Además, tenemos que considerar algo que ya hemos tocado, es decir, que aquí nuestro Señor Jesús no hizo ninguna oración trivial, sino que realmente estuvo dispuesto a dejar de lado toda consideración egoísta. Aquel que es el poder de Dios su Padre, por quien es sustentado todo el mundo, sin embargo, teniendo que revelarse como un hombre débil, tomando nuestro lugar, estando allí en lugar nuestro, al reiterar de esa manera su oración declaró que no fue como un espectáculo que él ofreció (porque muchas personas profanas imaginan que cuando apareció Jesucristo no sufrió nada), sino que fue así para que fuésemos enseñados de que no podemos escapar de la mano de Dios y de su maldición, excepto por este medio. Ahora, se nos declara aquí (igual que esta mañana) que nuestro Señor Jesús fue molido hasta el límite, incluso al extremo de que la carga que había recibido se hacía insoportable si el invencible poder del Espíritu de Dios no hubiese operado en él.. No debemos creer que era una forma superflua de hablar cuando repitió estas mismas palabras. Porque lo que se dice en otro pasaje, que orando a Dios no debemos usar largas palabrerías, como aquellos que creen que por su palabrería van a recibir mucho más, no implica que no debamos continuar en nuestras oraciones, sino que es para denunciar la hipocresía y superstición de aquellos que creen que rompiéndole los tímpanos a Dios (según un modo de decir) lo persuadirán para lo que ellos quieren. Como vemos, cuánto ha prevalecido esta tontería en el mundo! Nuevamente, cuántos hay en medio nuestro que usan esta brujería; cuántos que no dicen más que su Ave María a quienes les parece haber hecho algo grande cada vez que dicen su Padre Nuestro, pensando que Dios contará todas sus palabras con las que entremeten al orar! Ahora, yo lo llamo verdadera hechicería. Porque maliciosamente profanan la oración que nos ha sido dada por nuestro Señor Jesucristo, en la cual ha incluido, mediante un breve resumen, todo aquello que podemos pedir de Dios y que nos es lícito desear y pedir.
No obstante, ello no implica que si una persona es quebrantada por la agonía no va a volver con frecuencia a Dios, y que, habiendo elevado algunos suspiros no pueda comenzar inmediatamente de nuevo. Suponiendo que venimos sin ninguna ambición, y sin exhibición, y que además no tengamos idea de haber ganado algo con nuestra palabrería, sino que nos urge un profundo sentimiento, en ese caso sí tendremos la verdadera perseverancia, similar a la de nuestro Señor Jesucristo. Ahora hay que notar este artículo como hemos dicho, que lo principal en todas nuestras oraciones es que Dios nos controle de tal manera que haya una disposición de nuestra parte de conformarnos a su buena voluntad. Ciertamente eso nos es necesario. He aquí nuestro Señor Jesucristo, aunque todos sus sentimientos eran rectos, santos y conformados a la justicia, sin embargo, puesto que era hombre natural, tuvo que luchar contra la agonía y la tristeza que podrían haberlo quebrantado, y mantenerse a sí mismo cautivo en la obediencia a Dios su Padre. Y ¿qué de nosotros que no tenemos nada sino malicia y rebelión y que somos tan corruptos que no sabemos cómo aplicar nuestros sentidos a cosa alguna? ¿Acaso no sería totalmente ofendido Dios? Puesto que las cosas son así, aprendamos a que orando a Dios nos controlemos, de tal manera que ninguno se otorgue semejantes licencias como las que acostumbra tener al seguir sus propios apetitos. En cambio sepamos que habremos aprovechado mucho, si somos capaces de mantenernos cautivos nosotros mismos a efectos de que Dios pueda ser, en forma completa, el señor sobre nuestras vidas.
También son dignas de consideración las palabras dichas por nuestro Señor Jesucristo a sus discípulos: "Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil." Aquí nos mostró entonces, que la principal espuela que debe aguijonearnos a invocar a Dios es la necesidad de luchar, la cercanía de nuestros enemigos, la fuerza de ellos, y que no seremos capaces de resistirles sin ser auxiliados y ayudados desde lo alto, y sin que Dios luche por nosotros. Ahora sabemos que cuando el hombre está seguro no pretende sino que le den sus comodidades para dormir. Porque voluntariamente no aceptamos las ansiedades o melancolía, sino que la necesidad nos las impone. Ciertamente, tener descanso es un bien soberano, de otra manera quedaríamos agotados. No obstante, es muy necesario que la necesidad nos obligue a estar despiertos. Entonces, nuestro Señor Jesucristo declara, no sin causa, que tenemos que tener muchas alarmas. Porque lo que fue dicho una sola vez a sus discípulos se refiere a todos nosotros en general, puesto que siempre, en nuestras vidas, tenemos que estar dispuestos a enfrentar muchas tentaciones. Porque si somos miembros de nuestro Señor Jesucristo, el diablo será nuestro enemigo perpetuo. Habrá entonces, guerra abierta sin fin y sin cesar.
Entonces notemos con qué clase de enemigo tenemos que tratar. No se trata de uno solo, sino que su número es infinito. Más aun, el diablo tiene un vasto número de medios para derribarnos; de pronto nos combate abiertamente, de pronto conspira en forma clandestina, y mediante astucias nos habrá sorprendido cien mil veces antes que hayamos pensado en ello. Si solamente fuese, como dice San Pablo, que nuestros enemigos son poderes que habitan en el aire sobre nuestras cabezas, mientras nosotros estamos aquí como pobres gusanos de la tierra que no hacen sino arrastrarse, ciertamente, ello tendría que motivarnos a estar preocupados(1). Como también San Pedro alega esta razón diciendo que nuestro enemigo es como un león que ruge y busca su presa y jamás descansa. Eso es entonces, lo que tenemos que observar con respecto a lo dicho por nuestro Señor Jesús, que debemos estar en guardia para no entrar en tentación. Además, aunque seamos vigilantes, aunque seamos muy cuidadosos, de todos modos no podemos evitar que el diablo se levante contra nosotros y que de muchas y diversas maneras seamos atacados por él. No podemos, entonces rechazar los golpes desde lejos, Pero antes de entrar en combate tenemos que estar en guardia de otra manera seremos arrojados a la tentación.
Aprendamos entonces, que si bien los creyentes y los hijos de Dios quisieran tener descanso, sin embargo, no deben desear vivir cómodamente aquí. Sea suficiente para ellos que Dios perfecciona su poder en la debilidad de ellos, lo que San Pablo también dice afirmando que tuvo que pasar por esa experiencia. Digo entonces, que la condición de los hijos de Dios es la de batallar en este mundo, porque sin oposición no pueden servir a Dios. Pero, a pesar de ser débiles, aunque puedan ser estorbados, incluso muchas veces abatidos, ellos pueden estar contentos porque son ayudados y auxiliados por la mano de Dios; ellos pueden apoyarse siempre sobre esta promesa de que nuestra fe tendrá la victoria sobre todo el mundo. De todos modos, el remedio que se nos propone es que luchemos. Es cierto que Satanás siempre comienza de nuevo a asaltamos, pero Jesús también nos manda a estar atentos. Además nos muestra que aquellos que confían en sus propias fuerzas serán conquistados cien mil veces por Satanás antes de obtener una sola victoria. Entonces, ¿qué es lo que se necesita? Que confesando con toda humildad que no podemos hacer nada, vengamos a nuestro Dios.
Aquí entonces, están nuestras verdaderas armas. Es él quien nos libra de todo temor Y terror. Es él quien nos da la seguridad y convicción, de que estaremos seguros aún hasta el final, y sanos, esto es, cuando invocamos a Dios. Como dice Salomón(2) “Torre fuerte es su nombre, en él el justo tendrá refugio fuerte y seguro." El profeta Joel también dice: "Aunque el mundo sea trastornado, todo aquel que invocare el nombre del Señor será salvado." Esto se aplica especialmente al reino de nuestro Señor Jesucristo a efectos de que estemos totalmente persuadidos de que, si bien nuestra salvación está aparentemente en suspenso. y aunque aparentemente veamos mil peligros, no obstante, Dios nos guardará bajo su protección, y vamos a sentir que su poder siempre está cerca de nosotros, y dispuesto para ayudamos, siempre y cuando lo busquemos mediante la oración de los labios y del corazón(3). Entonces, eso es, en resumen lo que tenemos que recordar. A efectos de que podamos ser más confirmados en esta doctrina, notemos que nuestro Señor Jesús, al orar no solamente invocó a Dios para sí mismo y para su propio uso, sino que ha dedicado todas nuestras peticiones y oraciones de tal manera que las mismas son santas y aprobadas y aceptables delante de Dios. Como está expresado en el capítulo diecisiete de San Juan, que él se santifica a sí mismo para que todos nosotros podamos ser santificados en él. Ciertamente, también tenemos que llegar a la conclusión de que él oró para que su oración pudiese ser eficaz en el día de hoy, y para que pueda tener la totalidad de su fuerza, y para que por este medio todos nosotros podamos ser oídos.
De gran valor es esta consideración que él agrega: "El Espíritu está presto, pero la carne es débil." Porque ella tiene el propósito de demostrar que todos tienen necesidad del consejo con el cual urge a sus discípulos. Porque muchos piensan que lo han ganado todo teniendo alguna buena intención. Que por causa de ella son indiferentes. Poco después son cautivados por tal pereza y frialdad que rechazan a Dios y desprecian su ayuda. Por esa causa Dios también se aparta y esconde su poder. Porque es bueno que las personas que confían den la demasiado en si mismas se encuentren frustradas y que Dios burle su arrogancia y su necia imaginación. Entonces, para que, tanto grandes como chicos sepan que no pueden prescindir de la ayuda de Dios, y que las gracias que han recibido aun tienen que ser mantenidas por Dios, porque Dios tiene que sustentar en incluso aumentar lo que ha puesto allí para que ellos sean fortalecidos, es que aquí se dice: "El Espíritu está dispuesto, pero la carne es débil." Es decir, puesto que tenemos algunas buenas intenciones, y puesto que Dios ya nos ha puesto en el camino, y nos ha extendido su mano, que podamos experimentar que realmente nos gobierna por su Santo Espíritu. Entonces, aunque podamos tener todo ello, no tenemos que ser lerdos para orar. ¿Y por qué no? Consideremos si en nosotros está únicamente el Espíritu? Ciertamente, hallaremos que quedan muchas debilidades. Aunque Dios ya haya obrado de tal manera en nosotros que tengamos motivos para darle gracias y magnificar su bondad; no obstante hay motivos para inclinar nuestra cabeza reconociendo que si él nos dejara muy pronto seríamos, no digo debilitados, sino que desmayaríamos totalmente.
En una palabra, aquí nuestro Señor Jesús quiso mostrar que los más perfectos, los más avanzados, y aquellos sobre quienes Dios ha derramado sus dones y poderes de su Santo Espíritu, aun tienen que ser humildes, tienen que andar en temor y cuidadosamente, a cada hora tienen que invocar a Dios, sabiendo que no es suficiente que él haya comenzado si él no termina(4), Ciertamente todo bien tiene que provenir de él. Cuando él ha dado su beneplácito tiene que continuar para ejecutarlo más plenamente, puesto que la perseverancia es el don más singular y más raro que existe. Es por eso que nuestro Señor Jesucristo quiso exhortamos. Ahora bien, si aquellos que pueden ser llamados espirituales, esto es, los que tienen un celo ardiente de servir a Dios, aquellos que están plenamente acostumbrados a recurrir a él, que están ejercitados a orar con labios y con el corazón a Dios(5), aun son tan débiles que en un solo momento pueden ser arruinados a menos que invoquen a Dios, ¿qué será de aquellos que todavía son tan terrenales y que son tan lastimosamente abatidos que no pueden arrastrar sus piernas y que apenas tienen un buen impulso o un solo pensamiento bueno? ¡Cómo tienen que luchar por su galardón! De manera entonces, que cada uno de nosotros se examine a sí mismo y veremos que somos tan dejados(6) y tan cabezones(7) en cuanto a orar a Dios que a veces presentamos más ceremonia que sentimientos, Viendo esto, aprendamos a estar disgustados con nosotros mismos semejante vicio y semejante indiferencia(8). Que incluso detestemos semejante corrupción; que nos esforcemos por invocar a Dios y por elevar nuestro espíritu y por buscar el remedio que se nos propone aquí. Esto es, entonces, en una palabra lo que debemos recibir.
Ahora cuando se dice que los discípulos se durmieron por tercera vez a pesar le haber sido espoleados tan agudamente consideremos (además de lo que hemos discutido esta mañana, es decir, que Jesucristo, a efectos de perfeccionar nuestra salvación no buscó otra compañía) cuán lerdos somos nosotros(9), y porque es cierto que nuestra habilidad no es mayor que la de estos tres que se mencionan aquí, y eso que ellos eran los más excelentes de la compañía, los que Jesucristo había marcado como la flor y nata de los doce, los que habrían de publicar el evangelio a todo el mundo. Entonces, a pesar de que hubo un comienzo tan bueno, vemos, sin embargo cómo fueron debilitados. Ahora, esto es para que podamos recurrir solamente al Hijo de Dios y que podamos buscarle en todo lo que aun falta en nosotros, y para que no nos desanimemos cuando sentimos semejante debilidad en nosotros. Ciertamente, el ejemplo de los apóstoles no nos da motivos para jactamos (como muchos lo hacen diciendo que tienen tanto derecho de dormir como Pedro y Juan y Santiago), más bien tenemos motivos para estar disgustados con nuestros pecados, para que siempre sepamos que nuestro Señor Jesús está dispuesto a recibirnos, siempre y cuando vengamos a él. Además, siempre existe esta razón especial que hemos declarado esta mañana, de que era necesario que toda cosa humana ceda el lugar para que podamos saber que el logro de nuestra salvación pertenece a aquel que fue designado por Dios como nuestro Mediador. También tenemos que notar que cuando estamos cerca de nuestro Señor Jesucristo es cuando debemos estar más vigilantes. Porque los mundanos y aquellos a quienes Dios ha separado totalmente como a miembros en descomposición(10) a los cuales él abandona, no tienen gran batalla que librar. Porque el diablo ya tiene dominio sobre ellos. Y es por eso que pueden dormir cómodamente. Pero a medida que nuestro Señor Jesús ejerce su gracia hacia nosotros llamándonos a su presencia, y atrayéndonos a su intimidad, también Satanás instiga las batallas porque quiere apartarnos de la obediencia hacia el Hijo de Dios. Cuando (digo) ve que estamos en el buen camino, sufrimos asaltos tanto más rudos. De manera que cada uno se prepare a sí mismo, sabiendo para qué fue llamado por Dios, y cuál es su misión. Esto entonces, es en resumen lo que tenemos que recordar.
Además, cuando dice: "Dormid ya, y descansad. He aquí ha llegado la hora," es como si estuviera declarando que pronto serían sorprendidos si no fuera por la protección de Dios sobre ellos. Sin embargo, los amonesta(11) diciendo, "¿,Qué es esto ahora? Vean adónde están. Porque el diablo está haciendo todo esfuerzo posible procurando la perdición de la humanidad, y el reino de Dios tiene que ser recuperado en mi persona, de lo contrario todas las criaturas perecerán. No obstante, aquí están ustedes durmiendo." Ahora, esta amonestación apenas tuvo valor para aquel momento. Pero con el pasar del tiempo los discípulos comprendieron que debían atribuir toda alabanza a Dios por su salvación, uniendo en cuenta su propia ingratitud demostrada a través de tan brutal cobardía(12). De manera que ahora somos amonestados (como ya lo he mencionado) de que el Hijo de Dios debía ser revelado como nuestro Salvador, por sí mismo y sin ayuda. Además, aprendamos también que es absolutamente necesario que Dios vele sobre nosotros aun cuando estamos durmiendo. Porque, cuántas veces ocurrirá que el diablo nos habría querido oprimir cien mil veces? ¿Y qué medios tenemos nosotros para resistirle a menos que Dios tenga piedad de nosotros, aunque nos vea reducidos realmente a la insensibilidad. De manera que ello no debe darnos motivos para extraviarnos ni para dejar de dirigirnos en oración a Dios(13). Más aun, siempre debemos recordar esta declaración del Salmo: "He aquí, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel(14)." De manera que, por nuestra parte, seamos vigilantes, tanto más siendo urgidos por esta exhortación. Pero recordemos que por muy vigilantes que nosotros mismos podamos ser, aun es preciso que Dios mantenga su cuidadosa protección sobre nosotros. De otra manera nuestros enemigos nos vencerían rápidamente.
A continuación Jesús dice a sus discípulos: "Vamos, se acerca el que me entrega." Jesús no quiere que le hagan compañía (como ya lo hemos declarado), sino que ellos vean que él no busca protegerse por amor a ellos, y por amor de la raza humana. Porque él se presentó a sí mismo para recibir todos los golpes y así eximirlos de ellos, porque era preciso que esta palabra pudiese ser cumplida: "El no dejó perecer nada de lo que el Padre celestial le había dado y encomendado a su cuidado y protección." Pero con ello declara que Jesús fue voluntariamente a la muerte, que de acuerdo con lo que hemos tratado esta mañana el sacrificio de obediencia tenía que responder para borrar todas nuestras rebeliones. Si Jesucristo no hubiera sido ofrecido por su propia voluntad(15) para apaciguar la ira de Dios su Padre, su muerte y pasión no habrían tenido ninguna utilidad para nosotros. Pero él es consecuente consigo mismo y declara que así como se ha vestido de nuestra naturaleza. A efectos de lograr nuestra naturaleza, ahora en el acto supremo no quiere fallar en su oficio.
De acuerdo a la narración, "el que le entregaba les había dado señal, diciendo: Al que yo besare, ése es; prendedle. Y enseguida se acercó a Jesús y dijo: Salve, Maestro! Y le besó." Ahora notemos que esta era una forma de saludar. Como también en algunas naciones se abrazan, en otras naciones se dan la mano. Según uno ve por las Santas Escrituras los judíos estaban totalmente acostumbrados a este beso. Además parecería extraño que Judas, habiendo sido, pocos momentos antes, parte de la compañía de Jesús, es decir esa misma noche, vuelva y lo bese como volviendo de un lejano viaje. Pero aquí utiliza esta ceremonia porque se acerca como un hombre atemorizado. Y es por eso que el otro evangelista dice, "¡Maestro, Maestro, Salve!" Entonces, Judas da la impresión de estar muy apenado de que su maestro sea asaltado de esa manera. Cuando ve que semejante compañía viene para sorprender al Señor, se acerca y besa a Jesucristo, como diciendo, "Oh, Maestro mío, a ti te buscan, aquí están tus enemigos, te rodean, ellos quieren exterminarte, serás cortado de en medio de los hombres una vez que te pongan las manos encima." Esta es, entonces, una señal de piedad y compasión de parte de Judas.
Luego dice que Jesús lo reprocha: "Amigo, ¿a qué has venido?" que es, como si dijera, "Villano tú; tú que has estado conmigo en mi mesa; tú, en validad has sido de mi sangre, cuando fuimos unidos como hijos de Dios (porque yo, siendo tu Cabeza, te había reconocido como miembros míos) y, sin embargo, vienes a traicionarme, y por medio de un beso." Además de ello notemos que el Hijo de Dios tenía que ser marcado, para que la escritura fuese probada tanto más, y para que se supiera que era él a quien Dios había elegido como nuestro Redentor. Porque todo esto había sido tipificado(16) en la persona de David, quien en realidad fue un espejo e imagen del Hijo de Dios. Ahora dice que no son extraños ni aquellos que se han declarado abiertamente como enemigos suyos, quienes le molestaron y atormentaron; en cambio dice, "Aquel que comió pan en mi mesa ha levantado su calcañal, me ha sitiado, me ha traicionado con falsía." En efecto, incluso aquel (como dice en otro pasaje) que me ha acompañado para ir a la casa del Señor." Es como si Dios dijera que no sólo existía una amistad privada y humana, como la de aquellos que viven juntos, sino que hubo una santa hermandad dedicada al nombre de Dios. Esto es entonces lo que el Espíritu Santo quiso mostrarnos, de que nada le ocurrió al dijo de Dios que previamente no hubiese sido anunciado y que no había sido tipificado,16 para que estemos tanto más persuadidos de que es él quien desde todos los tiempos había sido establecido por Dios, puesto que lleva marcas tan infalibles.
Además, en la persona de Judas vemos que la iglesia de Dios siempre estará sujeta a muchas traiciones. Ciertamente, una cosa es tener a Satanás con todos sus arreos por enemigo, y todo aquello que ya hemos declarado, y otra el tener también a todos los que luchan abiertamente contra Dios buscando nada más que la confusión de su iglesia. Una cosa es (digo) que tengamos que luchar contra tales enemigos, pero en este sentido Dios aun quiere probar nuestra paciencia, porque siempre puede haber enemigos domésticos en nuestro medio, llenos de traición y deslealtad. Aunque esta plaga sea detestable, la iglesia nunca será purgada de ella. Ciertamente, tenemos que guardarnos de ella, y cada uno tiene que tratar a más no poder de raer semejante hedor e infección. Pero cuando hayamos hecho todo, Dios aun seguirá permitiendo la existencia de diversos Judas. Porque habiéndose tipificado esto en David, y puesto que fue cumplido en nuestro Señor Jesucristo, nosotros tenemos que conformarnos a él (como lo dice San Pablo), porque realmente es él quien lleva la armadura de la casa de Dios, siendo el primogénito(17) entre todos los creyentes. Entonces, tenemos que tener esta condición en común con él. Pero podemos ver aquí que Dios, poniendo allí un espíritu de disturbio, enajenamiento o estupidez, como lo mencionó muchas veces por medio de sus profetas, lo hacía en base a una conciencia atemorizada. Entonces Judas nos muestra el castigo de aquellos que conscientemente luchan contra Dios, puesto que la perdición de ellos tiene que ser tal que ya no les queda ningún sentido de razón. Sin embargo, tratan de ocultarlo todo con hipocresía, diciendo incluso que Dios los obliga y que él los lleva hasta su misma; condenación final. A primera vista es cierto que estas dos cosas parecen oponerse: (1) que una persona se lance como toro salvaje contra Dios, olvidando que no le hace ningún bien escupir al sol, queriendo con frecuencia burlar a la naturaleza, y (2) que, sin embargo, trate de ocultarse mediante subterfugios, pensando que va a ganar algo con su hipocresía. Uno dirá que estas dos cosas son incompatibles. Sin embargo, se las ven en Judas. Porque Judas había experimentado el poder celestial de nuestro Señor Jesucristo, había visto tantos milagros, y, por su parte, también los había hecho, incluso en el nombre de nuestro Señor Jesucristo. Entonces, habiendo conocido que el Hijo de Dios tiene todo poder, tanto sobre la vida como sobre la muerte, lo traiciona afirmando que lo hace justificadamente. Porque de otra manera habría escapado inmediatamente. De modo que Judas tiene los sentidos y la razón totalmente depravados, y realmente está enloquecido. De manera que solamente se vale de un beso y de estas dulces palabras diciendo: "¡Salve, Maestro!" Ni siquiera se permite tener subterfugios, creyendo que de esta manera será absuelto. Pero así es cómo Satanás marea a sus lacayos.
Aprendamos entonces, en primer lugar, a humillarnos para que nadie se lance contra esta roca que es demasiado dura. Es decir, que no hagamos guerra contra nuestro Señor Jesucristo. Entonces miremos cuidadosamente para no estar en esta diabólica cólera, para no estar luchando contra la verdad, y para no estar contendiendo contra nuestra conciencia, de manera de provocar deliberadamente la ira de Dios, como si quisiéramos desafiarlo. Guardémonos de ello. En nuestra hipocresía y ficciones no nos adulemos a nosotros mismos para que al final no seamos engañados y defraudados por ellas. Porque vemos lo que le pasó a Judas (según se menciona en el relato), que no tuvo necesidad de ser condenado por un juez, que no fue necesario convencerlo para que se retractase, sino que confesó que había vendido y traicionado sangre justa. Sin embargo, no pidió perdón por su error, sino que, desesperado se ahorcó y reventó. Seamos prudentes entonces Para no dar a Satanás semejante acceso de modo que pueda desgarrarnos los ojos mientras estamos dormidos en nuestros pecados, y que no esperemos(18) que de esta manera escaparemos la mano de Dios. Quitemos, en cambio todo este engaño.
Además, reconozcamos que en el Salmo 2:12(19) se nos ordena ciertamente a besar al Hijo de Dios, pero es para rendirle homenaje como a nuestro rey y como a aquel que tiene dominio soberano sobre todas las criaturas. Porque la palabra “beso” solamente implica reverencia y un testimonio(20) solemne de que somos suyos. Como cuando dijo, "ustedes me llaman Señor, y hacen bien." Pero al acercarnos a él tengamos cuidado de no llamarlo Señor de labios hacia afuera, cuando aun somos sus enemigos, ni de practicar una flaca reverencia hacia él para darle puntapiés ni de darle con la bota(21). Es decir, que no seamos testarudos ni displicentes por medio de nuestra infidelidad, en cambio tratemos de mostrar que solamente a efectos de servir a nuestro Dios hemos tratado de mantenernos en su iglesia. Entonces, seamos amonestados por todo ello. Además, aunque la palabra de nuestro Señor Jesucristo no tuvo efecto inmediato en Judas, finalmente, por causa de dicha palabra tuvo que ahorcarse sin esperar otra condenación.
En efecto, San Juan nos dice cómo nuestro Señor Jesús reaccionó semejante a un relámpago; si bien se limitó a usar una sola palabra contra todos aquellos que fueron aprenderle, diciendo: "Yo soy.(22)" Hay un pelotón enviado por Pilato. Hay una turba de hombres reunidos por los sacerdotes. Llegan allí armados con garrotes, espadas y otras hojas. Jesucristo está sólo. El es un cordero llevado al matadero como dice Isaías. ¿Y qué palabra utiliza? "Yo soy." Y todos ellos son derribados. Inmediatamente todos caen a tierra. ¿Y a qué se debe esta caída? En esto vemos que nuestro Señor Jesús, aunque humillado por un tiempo, incluso totalmente vaciado, nunca dejó de retener, cuando le pareció oportuno, su celestial poder para derribar a todos sus enemigos, cuando así lo quería. Comparemos nuestros tiempos con lo que fue hecho en ese entonces. Jesucristo tenía que ser atado y sujetado (como hemos de ver más adelante). Tenía que dejar que sus enemigos predominasen. Porque Satanás había soltado las riendas para urgirlos a toda locura y crueldad. He aquí lo que dice San Lucas: "Esta es la potestad de las tinieblas." Sea ello como fuere, cuando Jesús dijo, "Yo soy" sus enemigos tenían, que ser turbados. Entonces, ¿cómo será cuando venga en su majestad con todos sus ángeles? ¿Cuándo venga para hacer de todos los que le resistieron el estado de sus pies? ¿Cuándo venga con rostro espantoso e ira incomprensible? Como San Pablo lo dice en II Tesalonicenses 1:8. Entonces, ¿Cómo pueden los malvados que desprecian la majestad de Dios y la palabra de nuestro Señor Jesucristo existir delante de su rostro? Cuando hubo derribado así a sus enemigos, estuvo listo para sufrir sin recurrir a defensa alguna. Lo dijo aun de Dios su Padre. Como dijo, bien pudo haber pedido que se le enviase un millón de ángeles. Pero se abstuvo. Pero con toda seguridad quiso mostrar que con solamente su voz podía derribar a todo aquel que se le oponía, si así lo quería.
De esta manera se nos enseña a temer la palabra de nuestro Señor Jesús. Aunque él no converse aquí en forma visible en medio nuestro, sin embargo, puesto que el evangelio es predicado por su autoridad, y puesto que él dice: "El que los oye a ustedes, me oye a mí," aprendamos a recibir con toda reverencia y a sujetarnos a lo que nos es predicado en su nombre. Hallaremos que esta palabra, que de esa manera causó la caída de los guardias y de aquellos que vinieron contra él, será nuestro único fundamento y sostén. Porque, ¿cómo podemos regocijarnos, excepto cuando aparezca ante nosotros, y cuando nos muestre quién es él, y por qué nos ha sido enviado por Dios su Padre? De manera entonces, es en esta palabra "yo soy" que nosotros podemos conocer que cuando le plazca a nuestro Señor Jesús manifestarse como lo hace a todos sus creyentes, que en esta palabra nos declara el por qué de llamarnos a su presencia, el por qué de haber descendido a nosotros, y el por qué de morar en nosotros por el poder de su Espíritu Santo, y en ello consiste todo nuestro bien y todo nuestro reposo. Pero si queremos ser displicentes y mofarnos de la palabra de Dios como muchas personas profanas, estemos seguros que ella será un relámpago para arrojarnos a la profundidad del infierno. De manera que seamos temerosos, y que nuestro Señor Jesús nos abra la puerta, y que él nos diga, de otra manera, "Yo soy," como no lo ha hecho a aquellos que ya eran sus enemigos declarados. Aprendamos a venir a él.
Además aprendamos también a sobrellevar en tal paciencia las traiciones que hoy vemos en la iglesia, no importa cuán ultrajantes puedan ser, de manera que podamos mostrar que realmente estamos aferrados al Hijo de Dios, puesto que él es nuestra cabeza. Entonces tengamos su verdad. Conversemos de tal manera los unos con los otros que estemos unidos en verdadera concordia y hermandad. Eso es lo que debemos recordar.
Pero, en cuanto a todo lo demás que pueda haber, aceptemos el principal artículo de instrucción que tenemos que recordar de este pasaje: es decir, que el Hijo de Dios se hizo obediente en todo y por todo, a efectos de pagar por nuestras rebeliones. Es cierto (como he dicho) que todos los miembros de su cuerpo debieran ser gobernados por su ejemplo. Hay buena razón para ello, puesto que si aquel que tiene todo señorío y superioridad es humillado de tal manera, nosotros debemos estar dispuestos a obedecer a nuestro Dios para vida y para muerte. No obstante, reconozcamos que en este lugar la obediencia de nuestro Señor Jesucristo es especial, esto es, por el fruto y el efecto que proceden de ella. Los apóstoles bien han escogido por ejemplo la muerte de Jesucristo. Porque fueron fortalecidos en sus necesidades cuando tuvieron que luchar por el testimonio del evangelio. En esas ocasiones ya no dormía. Vemos la actitud vigilante que había en ellos y que estuvieron dispuestos a seguir su llamamiento. No temían ni los tormentos ni la muerte, los que le fueron presentados cuando Dios los llamó para la gloria de su nombre y la confesión de nuestro Señor Jesucristo. Así que ellos insistieron principalmente en mostrar que por el derramamiento de la sangre de nuestro Redentor somos lavados y limpiados de todas nuestras manchas, que él pagó por todas nuestras deudas con las cuales estábamos obligados para con Dios, que él adquirió para nosotros una justicia perfecta.
Entonces reconozcamos la diferencia entre la Cabeza y los miembros, prendamos que por naturaleza somos totalmente dados al mal, y aunque Dios nos haya regenerado parcialmente, aun así nuestra carne no deja de combatir(23) contra Dios. Sin embargo, por la virtud de la obediencia que vemos en nuestro Señor Jesucristo, no dejamos de ser aceptables para nuestro Dios. Si todavía no hacemos el bien que queremos, sino que muchas veces nos presiona el mal, y que pueden haber muchas fallas, o que quizá seamos demasiado lerdos para el bien, miremos a lo que ha sufrido el Hijo de Dios a efectos de pagar por nuestras faltas. Notemos cómo luchó de manera que no hubo contradicción en él cuando nuestros crímenes y pecados le fueron imputados, tal como lo hemos explicado más extensamente esta mañana. Veamos entonces, cómo nuestro Señor Jesús ha dado satisfacción en todo y por todo, y actualmente nosotros, aunque nos hayamos esforzado en obedecer a Dios no podemos triunfar, sino que dejamos raer nuestras alas, constantemente tenemos que repetir esto: sabemos que no dejaremos de ser aceptables a Dios y que siempre serán abolidas nuestras imperfecciones por medio de la obediencia de nuestro Señor Jesucristo, de modo que delante de Dios no serán tenidas en cuenta. Además, que cada uno, conforme a la medida de su fe y de la gracia que ha recibido se ejercite para luchar hasta que lleguemos al reposo celestial. Viendo que nuestras debilidades todavía son tan grandes, convencidos de que nos sabemos cómo tener un solo pensamiento bueno, y que, habiendo tropezado no podremos levantamos por nosotros mismos a menos que Dios nos extienda la mano y nos fortalezca cada minuto(24); seamos prudentes para orar que él aumente en nosotros las gracias de su Santo Espíritu; así como nos ha prometido hacerlo, y así como nos ofrece a Jesucristo como Cabeza y Capitán, para que, habiendo sido capacitados para arribar a la victoria que él ha adquirido para nosotros, y de la cual ya experimentamos el fruto, así también lo experimentaremos en perfección.
Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.
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