LLAMADO EFICAZ

"Todo lo que el Padre ma da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn.6:37)

miércoles, 2 de junio de 2010

La Pasión de Cristo III

TERCER SERMÓN SOBRE LA PASIÓN DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO



Por: Juan Calvino

"Pero uno de los que estaban con Jesús, extendiendo la mano, sacó su espada, e hiriendo a un siervo del sumo sacerdote, le quitó la oreja. Entonces Jesús dijo: Vuelve tu espada a su lugar; porque todos los que tomen espada, a espada perecerán. ¿Acaso piensan que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles? ¿Pero cómo entonces se cumplirían las Escrituras, de que es necesario que así se haga? En aquella hora dijo Jesús a la gente: ¿Cómo contra un ladrón habéis salido con espadas y con palos para prenderme? Cada día me sentaba con vosotros enseñado en el templo, y no me prendisteis. Mas todo esto sucede, para que se cumplan las Escrituras de los profetas. Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron. Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos. Mas Pedro le seguía de lejos hasta el patio del sumo sacerdote; y entrando, se sentó con los alguaciles, para ver el fin. Y los principales sacerdotes y los ancianos y todo el concilio, buscaban falso testimonio contra Jesús, para entregarle a la muerte, y no lo hallaron, aunque muchos testigos falsos se presentaban. Pero al fin vinieron dos testigos falsos, que dijeron: Este dijo: Puesto derribar el templo de Dios, y en tres días reedificarlo. Y levantándose el sumo sacerdote, le dijo: ¿No respondes nada? ¿Qué testifican éstos contra ti? Mas Jesús callaba. Entonces el sumo sacerdote le dijo: Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo el Hijo de Dios. Jesús le dijo: Tú lo has dicho; y además os digo que desde ahora veréis al Hijo del 1lombre sentado a la diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo: ¡Ha blasfemado! ,¿Qué más necesidad tenemos de testigos? He aquí, ahora mismo habéis oído su blasfemia. ¿Qué os parece? Y respondiendo ellos, dijeron: ¡Es reo de muerte!" (Mateo 26:51 66).



Si quisiéramos juzgar superficialmente, de acuerdo a nuestros sentidos naturales la captura de nuestro Señor Jesucristo, nos perturbaría el hecho de que ni haya ofrecido resistencia. Aparentemente el sufrir semejante vergüenza y desgracia sin impedirlo era inconsistente con su majestad. Por otra parte premiaríamos el celo de Pedro puesto que se expuso a la muerte. Porque él vio la gran multitud de enemigos. Estaba sólo y era un hombre carente de experiencia con las armas. Sin embargo, por el amor que tiene hacia su Señor, desenvaina la espada y prefiere morir en el campo antes que permitir semejante injuria a su Señor. Pero en esto vemos que tenemos que venir con toda humildad modestia para comprender adónde conducía todo lo que el Hijo de Dios estaba sufriendo; debemos comprender que aquello que nos parece bueno no tiene valor al alguno; y debemos orar a Dios que nos conduzca y guíe por medio de su palabra y que nosotros no juzguemos excepto de acuerdo a lo que él nos haya mostrado. Porque es así que el Evangelio se convierte en un escándalo para muchas personas. Otros se burlan de él, y todo para perdición de ellos, Es que ellos se inflan de presunción y son jueces superficiales. Pero, a efectos de no ser engañados siempre y en primer lugar tenemos que volver a lo que declara nuestro Señor Jesús. Esta es la voluntad de Dios su Padre. Este es un asunto. Luego tenemos que considerar el fin de aquello que nos pueda parecer extraño. Entonces, cuando tengamos estas dos consideraciones, habrá ocasión para adorar a Dios sabiendo que lo que aparentemente es necio de acuerdo a los hombres, es inclusive para los ángeles sabiduría admirable.



Pero para llegar a eso consideremos lo que se dice aquí de Pedro. Dice que, habiendo desenvainado su espada cortó la oreja de Malco, un siervo de Caifás." Aquí vemos cómo los hombres son demasiado osados cuando siguen sus necias opiniones. Luego son tan ciegos que no se cuidan, cualesquiera sean las condiciones. Pero cuando deben obedecer a Dios son tan cobardes que dan lástima. Incluso se enajenan de tal manera que no cuesta nada apartarlos. De esa manera siempre tendremos cien veces más coraje para seguir nuestras necias fantasías que para hacer lo que Dios nos manda y para hacer lo que nuestro llamamiento implica. En el ejemplo de Pedro vemos demasiado de ello. Porque habiendo demostrado su confesión y testimonio a favor de nuestro Señor Jesús, procede a blasfemar para su propia perdición. Sin embargo, está dispuesto a morir, aun cuando no se lo han mandado. ¿Qué lo impulsa a desenvainar su espada? Lo hace como por capricho. Porque no había recibido ninguna instrucción al respecto de su Señor. Y cuando renunciaba a Jesucristo, ¿acaso no conocía ya las palabras: "El que me negare delante de los hombres, yo le negaré delante de Dios mi Padre que está en los cielos?" Pero (como ya he dicho) Pedro es testarudo(1). Este deseo necio de defender a nuestro Señor Jesús a su propia manera, y conforme a su fantasía lo arrastra. Ahora, mediante su ejemplo aprendamos a ejercitarnos a ir adónde Dios nos llama. Que nada de lo que él nos manda nos resulte demasiado difícil. Y que no intentemos hacer nada, de no mover ni siquiera el meñique, a menos que Dios lo apruebe y que tengamos testimonio de que es él quien nos guía. Este es un asunto.



En efecto, en primer lugar nuestro Señor Jesús le muestra que ha cometido una ofensa grave, porque no ignoraba la ley, donde dice: "La sangre de aquel que derrama sangre humana, será derramada." Entonces, San Pedro tenía que haber recordado esta lección, de que Dios no quiere que se use fuerza o violencia. Y (lo que es más) ¿en qué escuela había sido alimentado durante más de tres años? ¿caso nuestro Señor Jesús no había practicado, tanto como le era posible, la humanidad y gentileza?(2) ¿De dónde entonces, espera obtener aprobación para su Osadía? Además tenemos que recordar lo que ya hemos dicho. Es decir, si nuestro celo es estimado por los hombres y se nos aplaude, en esa misma medida no dejaremos de ser condenados delante de Dios, aunque transgredamos tan levemente su palabra. Entonces no hay alabanza excepto en andar como Dios no, lo muestra por medio de su palabra. Porque tan pronto una persona transgrede de esta línea, todas sus virtudes hieden. Así es con todas nuestras devociones. Tan pronto hemos trabajado para hacer lo que hemos imaginado en nuestra mente, Dios lo condena todo, a menos que hayamos oído su palabra. Porque aparte de ella no hay verdad que él apruebe y que sea legítima en su presencia.



Pero en cuanto a lo que estamos tratando ahora, la segunda razón presentada por nuestro Señor Jesucristo es más digna de atención. Las cosas que hemos tratado son en general. Pero aquí hay una expresión que es peculiar a la muerte, pasión de nuestro Señor Jesucristo, es cuando dice: "¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" Ahora, en aquel tiempo una legión normalmente estaba compuesta por cuatro o cinco mil hombres. "Entonces, hay un ejército celestial que puedo tener," dice Jesús, "y sin embargo, me conduzco sin él. Y entonces, ¿por qué vienes tú aquí para usurpar más de lo que Dios quiere o permite?" Ahora, ciertamente está permitido invocar a Dios y orar que él quiera sostener nuestra vida; y que así como la considera preciosa, quiera guardarla bajo su protección. nuestro Señor Jesús declara que ahora no lo quiere y que no debería hacerlo. Entonces, ¿cómo va a usar la violencia Pedro, viendo que está fuera del orden que Dios ha permitido y establecido por su palabra? Si algún medio es permisible en sí mismo no debe ser utilizado, ¿cómo distinguir entre lo que Dios ha defendido y lo que ha declarado digno de castigo? Aquí (como ya lo he mencionado) vemos cómo el Hijo de Dios se sujetó a tales vergüenzas y que prefirió dejarse tomar y ser atado como un malhechor y criminal antes que ser un mentiroso mediante milagro, y que Dios utilizara su brazo para protegerlo(3). En ello tenemos que reconocer cuánto valor le adjudicó a nuestra salvación. Aquí hay un punto que ya he destacado, es decir, que él nos refiere a la voluntad y al decreto de Dios su Padre. Porque si no fuera por ello a uno le parecería extraño que no quisiera implorar la ayuda de su Padre; y seguramente sabía que podía tenerla. Parecería que tienta a Dios cuando no ora en absoluto. Tenemos la promesa de que los ángeles rodean a los que temen a Dios, que incluso los seguirán para evitar que se lastimen, y para que no tengan que encontrar ningún mal en sus caminos(4). Ahora, cuando Dios nos ha prometido algo, él quiere que nos invite a orar. Sin embargo, cuando estamos en necesidad debiéramos ir corriendo a él a efectos de que él pueda usar sus ángeles para guiarnos, porque para eso les ha dado este oficio. También vemos que esto fue practicado por los santos Patriarcas(5) y los Padres. "El ángel del Señor que nunca me ha fallado estará contigo en tu camino y te hará prosperar," dijo Abraham(6). Ese entonces fue el uso que le dieron los santos Padres. ¿Por qué entonces no quiso Jesucristo tener a los ángeles? Porque ya había sido confortado (como lo menciona San Lucas) y los ángeles(7) le habían servido para suavizar la angustia en que se encontraba.



Entonces pareciera que desprecia una ayuda necesaria de parte de Dios. Pero Jesús lo tiene en cuenta cuando agrega: "¿Cómo se cumplirán las Escrituras?" Como si dijera: "Si dudamos de algo, podemos y debemos orar a Dios para que pueda miramos con piedad y para que nos haga sentir su poder por todos los medios. Pero cuando estamos convencidos de que tiene que pasar por alguna necesidad, y cuando la voluntad de Dios nos es conocida, entonces ya no es cuestión de elevarle otras súplicas, excepto que él nos fortalezca en su poder, y en constancia invencible, y que no nos quejemos de nada, o que no seamos extraviados por nuestros sentimientos; sino que con ánimo dispuesto atravesemos todo aquello a lo cual pueda llamarnos." Por ejemplo, cuando somos perseguidos por nuestros enemigos y no sabemos lo que Dios tiene preparado para nosotros, o cuál será el resultado, entonces tenemos que orar a él como si nuestra vida le fuera preciosa, y puesto que él la tiene bajo su protección, que lo demuestre por el resultado y que nos libere. Pero cuando estamos persuadidos de que Dios quiere llamamos a su presencia, y que ya no hay ningún remedio, entonces tenemos que dejar toda disputa y entregarnos totalmente convencidos de que ya no queda nada sino obedecer el decreto de Dios que es inmutable.(8)



Esa es, entonces, la intención de nuestro Señor Jesús. Porque ciertamente oró a lo largo de toda su vida, y aun previamente a este gran combate que sostuvo. Jesús ora a Dios que si es posible esta copa pase de él. Pero ahora ha llegado a su conclusión, porque así le había sido ordenado por Dios su Padre y comprendía que tenía que cumplir con lo que le había sido encomendado, es decir, de ofrecer el sacrificio perpetuo para borrar los pecados del mundo. Puesto entonces que se vio a sí mismo llamado a ese lugar, y puesto que era un asunto decidido, es por eso que se abstiene de orar a Dios en sentido contrario. Entonces no quiere ser ayudado ni por los ángeles ni por los hombres. No quiere que Dios le haga sentir su poder para apartarse de la muerte. En cambio le era suficiente tener este espíritu de constancia, para poder tener la capacidad de ir por voluntad propia para cumplir su oficio. Es eso lo que le satisface.



Ahora, cuando en primer lugar vemos que la voluntad de Dios debiera frenamos y mantenemos en límites de manera que, cuando las cosas nos parezcan salvajes Y contra toda razón, sepamos valorar más lo que Dios ha ordenado que lo que puede comprender nuestra mente. Es decir que nuestras fantasías debieran ser holladas cuando sentimos que Dios ha probado otra cosa. Es parte de la obediencia de nuestra fe el considerar que Dios es sabio, de manera de tener la autoridad para hacer todo lo que le place. Si tenemos razones para hacer lo opuesto, sepamos que no es sino humo y vanidad y que Dios sabe todo, y que nada le es oculto, y que es su voluntad la norma de toda sabiduría y de toda rectitud. Además, lo que nuestro espíritu(9) argumenta en sentido opuesto, proviene de nuestra rudeza. Porque sabemos que la sabiduría de Dios es infinita y que escasamente tenemos tres gotas de sentido. Entonces no tenemos motivos para asombramos cuando los hombres se espantan viendo que Dios no se conduce de acuerdo a los apetitos de ellos. ¿Y por qué no? Porque somos unos pobres necios. En efecto, sólo hay brutalidad en nosotros por mucho que nuestros sentidos y razonamientos gobiernen. Pero, puesto que no entendemos toda la profundidad de los juicios de Dios, aprendamos a adorar lo que está oculto y de adorarlo (digo) en humildad y reverencia, confesando que todo lo que Dios hace es justo y recto, aunque todavía no lo percibamos. Este es un asunto.



Siguiendo esto, y puesto que es así que Dios quiso que su Hijo fuese expuesto de esa manera a la muerte, no nos avergoncemos nosotros de lo que él soportó. No pensemos que hombres malvados tenían el control en sus manos que el Hijo de Dios no tenía los medios para defenderse. Porque cada cosa procedía de la voluntad de Dios y del decreto inmutable que él había dado. Es por eso también que en San Lucas nuestro Señor Jesús dice: "Ciertamente, este es ahora el reino de ustedes, y el poder de las tinieblas.(10)" Como si dijera: "No se gloríen en lo que están haciendo, porque vuestro señor es el diablo." De todos modos les demuestra que es por el permiso que Dios les dio. Aunque el diablo los poseía, sin embargo, ni ellos ni él tenían la facultad de emprender algo si Dios no les hubiera soltado las riendas. En resumen, esa es la forma en que debemos tener nuestros ojos y nuestros sentidos fijados en la voluntad de Dios, y en su plan eterno, cuando se nos habla de la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo(11). Ahora Jesús declara que esa es la voluntad de Dios, porque así está escrito. Porque si Jesucristo no hubiese tenido testimonio de lo que había sido ordenado por Dios su Padre, aun podía haber tenido dudas. Pero Jesús conocía su oficio. Dios no lo había enviado aquí abajo para que no se diese enteramente a esta expresa misión. Es cierto, puesto que nuestro Señor Jesús es el Dios eterno, no le hacía falta ser enseñado por ninguna Escritura; pero, puesto que él es nuestro Redentor, y que se vistió con nuestra naturaleza para tener auténtica hermandad con nosotros, era necesario que fuese instruido por la Santa Escritura como también vemos, sobre todas las cosas, que no rehusó tal instrucción.



De manera entonces, puesto que Dios le había mostrado a qué había sido llamado, es que se apoya en ese llamamiento. Por eso es prendido como un cautivo, a efectos de no volver atrás sabiendo que tenía que cumplir(12) con la misión que le había sido encomendada, es decir, de ofrecerse a sí mismo en sacrificio para la redención de todos nosotros.(13) De manera entonces, tenemos que aprender que, siendo la voluntad un secreto para él mismo e incomprensible, tenemos que recurrir a la Santa Escritura. Es cierto que Dios no deja de tener su consejo bien ordenado por cosas que nosotros asignamos(14) a la casualidad. Pero ello no nos es declarado. No siempre tendremos una revelación especial para decir que Dios ha determinado esto o aquello. Por lo tanto no tenemos que abrir juicio. Es por eso que oramos a Dios que quiera sanarnos de una enfermedad o librarnos de alguna otra aflicción cuando hemos caído en él. ¿Y por qué? No sabemos lo que él quiere hacer. Ciertamente, no debiéramos imponerle una ley. Siempre debiera agregarse esta condición: Que su voluntad sea hecha. Pero todas nuestras oraciones deben conducir a esto: Pedirle que pueda conocernos como necesarios y útiles, y que entre tanto podamos referir todo a él en su consejo secreto, para que él haga lo que le parezca bien. Pero cuando por la Santa Escritura tenemos testimonio de que Dios quiere cierta cosa, es inapropiado ofrecer réplicas, tal como ya lo he dicho.



Aquí se nos convence aun más en cuanto a la persona de nuestro Señor Jesucristo, de que fue cruelmente afligido y tratado con tal vergüenza y soberbia, con abusivo desprecio, no sólo por el deseo de hombres malvados y carentes de ley, sino porque Dios lo había decretado. ¿Y cómo lo sabemos? Por la Santa Escritura. Porque, ¿acaso no se habían ordenado los sacrificios en la Ley dos mil años antes del nacimiento de Jesucristo? Y antes que la Ley fuese dada o escrita, ¿acaso no había inspirado Dios y enseñado a los Padres Antiguos a realizar sacrificios? ¿Y pudo la sangre de las bestias brutas adquirir remisión de pecados? ¿Podía ella entregar a los hombres aceptables delante de Dios? De ninguna manera,(15) pero era para mostrar que Dios sería reconciliado por la sangre del Redentor que él había establecido. Luego ofrece explícito testimonio y lo declara a través de las Escrituras. En efecto, vemos que los profetas hablaron de él, y él también hace referencia especial a ellos. Cuando Isaías dijo que aquel que sería el Redentor, sería desfigurado, que sería considerado como desdeñable, que no tendría forma o no más belleza que una víbora, que sería golpeado y molido por la mano de Dios, que presentaría un aspecto terrible, en resumen, que le quitarían la vida, mediante qué poder lo profetizó, ¿acaso Dios no puede resistir a Satanás o a todos los hombres malvados? No, sino que por boca de Isaías declaró todo lo que había previamente ordenado. En Daniel hay una expresión aun mayor. Entonces, siendo que esto es así, que Dios había declarado que su único Hijo tenía que ser sacrificado para nuestra redención y salvación, ahora estamos más convencidos de lo que he dicho antes, esto es, que siempre tenemos que contemplar la mano de Dios señoreando cuando vemos que nuestro Señor Jesús es sujetado a cosas tan vergonzosas a mano de los hombres. Es por eso también que San Pedro dice en Hechos 4:27 que Judas y todos los judíos y la guardia y Pilato no hicieron, sino aquello que el consejo y la mano de Dios habían determinado, lo cual será declarado aun más extensamente.(16) Entonces es aquí donde tenemos que mirar si no queremos ser turbados por nuestras fantasías necias. Es que Dios envió a su único Hijo aquí abajo, a efectos de aceptar la obediencia cuando él la ofreciera en su muerte y pasión para abolir todas nuestras faltas e iniquidades.



Ahora, el segundo punto que he mencionado es el beneficio(17) que vuelve hacia nosotros procedente del sufrimiento de nuestro Señor Jesús. Porque si no conociéramos el por qué ello nos privaría el sabor de lo que aquí se nos narra, pero cuando dice aquí que Jesús fue sujetado y atado para nuestra liberación, entonces ciertamente vemos cuál es nuestra condición por naturaleza, es decir, que Satanás nos mantiene bajo la tiranía del pecado y la muerte, que somos esclavos, de manera que en vez de ser creados en la imagen de Dios sólo hay total corrupción en nosotros; vemos que somos malditos, y que somos arrastrados como pobres bestias a esta maldita cautividad. Entonces, cuando por otra parte conocemos y vemos esto, de que el Hijo de Dios no se rehusó a ser vergonzosamente atado para que las ligaduras del pecado y de la muerte, que nos mantienen bajo la servidumbre de Satanás, sean rotas, entonces tenemos que glorificar a Dios, tenemos que proclamar triunfo a toda voz en la muerte y pasión de nuestro Señor Jesucristo y en la captura que aquí se menciona. Entonces, esto es lo que tenemos que recordar de este pasaje.



Luego el evangelista dice que nuestro Señor Jesús sanó al siervo que había sido herido por Pedro. No porque fuera digno de ello, sino para que la ofensa pudiera ser removida. Porque habría sido para difamar la doctrina del evangelio y la redención de nuestro Señor Jesucristo si la herida hubiera permanecido de manera que se hubiera podido decir que Jesús resistió al gobernador de la nación y a todos los sacerdotes, y que en este lugar solitario realmente delinquió. ("Redención de nuestro Señor Jesucristo" llamo a lo que él adquirió para nosotros). Entonces ello podía haber oscurecido toda la gloria del Hijo de Dios, y habría sido para poner en vergüenza perpetua el evangelio. Veamos también que esta conducta de Pedro provenía de un celo de Satanás. Porque el diablo se proponía presentar como infame a Jesucristo con toda su doctrina. Esa es también la tendencia de todas nuestras hermosas devociones cuando queremos servir a Dios conforme a nuestro deseo y cuando cada uno es dado a hacer lo que cree ser bueno. Entonces, Jesucristo quiso abolir semejante escándalo para que su doctrina no pudiera ser difamada de ninguna manera.



Sin embargo, vemos aquí una ingratitud detestable en aquellos que no fueron movidos por semejante milagro. Allí está la guardia que viene para atar a nuestro Señor Jesucristo. Ven que en él obra de tantas formas el poder del Espíritu de Dios. Poco antes los hizo caer con una sola palabra. Ahora sana a un hombre que tiene la oreja cortada. Pero todo ello no les significa nada. Entonces vemos cómo, una vez que el diablo los ha embrujado y ha mareado sus ojos, que ni las gracias de Dios ni todo su poder los puede tocar, para que no pueda seguir andando siempre en sus obras y metiendo por así decirlo sus hocicos de cerdo en todas partes. No importa lo que Dios haga, no importa lo que diga, ellos siguen siempre en su obstinación lo cual es algo horrible. Ciertamente, tenemos que orar entonces a Dios para que pueda damos prudencia para aprovechar de todas sus gracias a efectos de ser atraídos por su amor, y de ser tocados también cuando levanta su mano para mostramos que es nuestro Juez de manera que seamos atemorizados y volvamos verdaderamente arrepentidos. Esto es entonces, en resumen, lo que tenemos que recordar.



Cualquiera sea el posible significado, el hecho es que las bocas de los hombres malvados fueron cerradas cuando Jesucristo sanó al siervo de Caifás. Luego dice: Jesús es llevado a la casa de Caifás donde es interrogado," etc. A efectos de abreviar omitimos lo que San Juan dice de Anás, el suegro de Caifás; quizá es por respeto que Jesús es llevado allá, o quizá quedaba de paso mientras esperaban que todos se reúnan. Entonces, Jesús es llevado hasta la casa de Caifás y allá es interrogado. En forma especial dice: En todas partes los sacerdotes buscaban testigos falsos, pero sin hallarlos. Finalmente se presentaron dos testigos falsos y dijeron: “El dijo que reconstruiría el templo en tres días,”Aquí vemos cómo Jesucristo fue acusado. No es que los sacerdotes hayan sido movidos por algún santo celo. Muchas veces aquellos que persiguen a personas inocentes imaginan que están haciendo un servicio aceptable a Dios, como en efecto lo vemos en San Pablo, quien, posesionado por semejante furia, en realidad se convirtió en su salteador de caminos (así se lo llama) ocasionando más ruina y destrucción. Aun así creía ser un buen celote. Pero no fue así con Caifás y sus secuaces. Porque, ¿qué querían ellos sino oprimir injustamente a Jesucristo? De esa manera vemos que su ambición los llevó a luchar abiertamente contra Dios, lo cual es algo terrible. Porque en cuanto a Caifás y toda su banda, ellos son hijos de Leví, de linaje santo que Dios había escogido. No fue por medio de hombres que ellos fueron elegidos, sino que Dios lo había ordenado así por medio de la ley. Es cierto que existía una corrupción villana y enorme, puesto que también en aquel tiempo el oficio de sacerdote era vendido, y en vez de estar comprometido de por vida (así lo había ordenado Dios) cada uno traía a su compañero y aquel que traía la mayor suma de dinero se llevaba ese puesto de dignidad. Por lo tanto era una corrupción villana y detestable de que intrigas y prácticas ocultas fuesen usadas en un lugar tan honorable. Sin embargo, el Sacerdote siempre permanecía en este linaje de Leví que Dios había dedicado a su servicio. Sin embargo, ¡mírenlos! Todos enemigos de Dios, mírenlos! Todos intoxicados por Satanás en efecto, enfurecidos contra el Redentor del mundo que personificaba el propósito final de la ley.



Notemos entonces que aquellos que están en posiciones altas y dignidad no siempre se desempeñarán con tanta fidelidad que no sea necesario mantener un ojo vigilante sobre ellos, como sobre aquellos que pueden ser enemigos de Dios. En ello uno puede verse la necedad completamente embotada de los papistas al adoptar el título y la condición de sacerdote. Supongan que Dios hubiera mandado la existencia de un Papa (cosa que nunca hizo). Supongan que él tuviera que tener su trono en Roma (menos aún). Aunque todo ello pudiera ser cierto, no obstante, en la persona de Caifás, y en los de su clase, se ve que todos aquel los que han sido elevados a posiciones de honor pueden abusar de su poder. De manera que no seamos tan necios de divertimos con máscaras. Y cuando haya algún título honorable, que Dios no pierda su autoridad sobre el mismo, como vemos en el caso de los papistas que renuncian a las Santas Escrituras en su totalidad y rinden homenaje a sus ídolos. Aprendamos, entonces, que Dios no tiene que ser disminuido a la sombra de alguna dignidad humana, sino que tiene que retener su dominio soberano. Ese es un asunto. En cuanto al escándalo que aquí podríamos concebir conforme a nuestra fantasía, notemos lo que dice el Salmo 118 (como también ya había argumentado nuestro Señor Jesús) de que él era la roca que tendría que ser rechazada(18) por los constructores. ¿Y quiénes eran los edificadores de la casa de Dios y de su iglesia? Los sacerdotes. Al menos deberían cumplir con ese oficio. Sin embargo, rechazaron la piedra que Dios había establecido como piedra angular(19). Y esta piedra, si bien pudo haber sido rechazada, sin embargo ha sido colocada en el sitio principal del edificio, es decir que Dios no dejó de cumplir lo que había ordenado mediante su consejo; lo cumplió al levantar de la muerte a su único Hijo y levantándolo a una posición mayor aun que antes de haber sido despojado. Pues toda rodilla tiene que doblarse ante él.



Cuando dice aquí que los sacerdotes buscaban testigos falsos, no era simplemente para tramar un crimen, sino para tener algún pretexto y alguna máscara(20) para cargar y oprimir al Señor Jesús. Es cierto que él había pronunciado estas palabras: "Destruyan este templo y yo lo levantaré en tres días." Entonces, esas fueron las palabras de nuestro Señor Jesús, tal cual salieron de sus labios. Los testigos que se presentan las repiten. Uno podría decir que eran testigos buenos y fieles. Sin embargo, el Espíritu Santo los llama falsos porque hicieron una malvada perversión de dicho comentario. Porque el Señor Jesús hablaba de su cuerpo que es el verdadero templo de la divina majestad. El templo material construido en Jerusalén no era sino una figura. Como sabemos, no fue más que una sombra. Pero, como dice San Pablo, en nuestro Señor Jesucristo hizo su residencia toda la plenitud de la Deidad,(21) ciertamente en forma corporal y en verdadera sustancia. De manera entonces, no miremos simplemente a las palabras de un testigo, sino a la intención de aquel que habla. Esta es una instrucción buena y útil para nosotros porque vemos que la inclinación de los hombres hacia sus obras malas y hacia sus mentiras es tal que cuando tienen con qué ocultarse les es suficiente y creen que de esa manera son absueltos delante de Dios después de haber acusado a una persona inocente. Entonces, que no nos detengamos simplemente ante las palabras o la formalidad o la ceremonia, miremos en cambio la verdadera naturaleza de la causa. Porque, como vemos, los que sostienen no haber presentado otra evidencia excepto lo ocurrido, no dejarán de ser acusados como testigos falsos delante de Dios.



Inmediatamente se agrega que Caifás dijo a Jesucristo: "¿Ahora qué? ¿No nada? ¿No ves a los que testifican contra ti?" Pero Jesús aun permanece totalmente quieto y en silencio recibe todas esas calumnias. A uno le puede parecer extraño que Jesucristo, teniendo suficiente ocasión para rechazar semejante falsedad no la contradiga. Pero (como ya lo he mencionado, y como hemos de ver aun más plenamente) Jesucristo no estaba allí para defender su doctrina como lo había hecho previamente. Entonces, con prudencia debemos distinguir todas las circunstancias. Porque Jesucristo, habiendo ayunado en el desierto, fue enviado por Dios su Padre, para publicar la doctrina del evangelio. Durante todo ese tiempo vemos con qué magnanimidad siempre defendió la doctrina de la cual era ministro. Vemos cómo se oponía a todas las contradicciones. Entonces, es así cómo cumplió con su oficio, puesto que había sido enviado como ministro de la Palabra. Pero aquí hay una consideración especial. Es que él tiene que ser el Redentor del mundo. En efecto, él tiene que ser condenado, no por haber predicado el evangelio, sino que por nuestra causa tiene que ser oprimido, realmente hasta las profundidades más extremas, y llevar nuestra causa, puesto que, en efecto, estaba allí en la persona de todos los malditos y de todos los transgresores, y de aquellos que habían merecido la muerte eterna. Puesto entonces, que Jesucristo tiene este oficio, y que lleva las cargas de todos los que habían ofendido mortalmente a Dios, es que ahora guarda silencio. Entonces notemos bien que cuando era preciso que Jesucristo defendiera la doctrina del evangelio y que cuando su oficio y su llamamiento así lo demandaban, él cumplía fielmente con su misión. Pero cuando, guardando silencio, cumplía con su oficio de Redentor, como aceptando voluntariamente la condenación, no era por falta de consideración hacia su propia persona que mantenía cerrada su boca, porque era en nombre nuestro (como ya lo he dicho) que estaba allí. Es cierto que habla (como hemos de ver ahora), pero no es en defensa propia; no es sin encender mucho más el enojo y la furia de los hombres malvados contra él. Es por eso entonces, que no quiso escapar de la muerte, sino que voluntariamente permitió que lo oprimiesen, a efectos de mostrar que se olvidó de sí mismo con el propósito de absolvemos delante de Dios su Padre. De manera que no tuvo consideración de sí mismo, ni de su vida, ni aun de su honor. Todo ello fue hecho para sufrir las vergüenzas y desgracias del mundo, para que nuestros pecados fuesen abolidos y fuésemos absueltos de nuestra condenación.



Luego dice que: "El sumo sacerdote lo conjura por el Dios viviente para que le diga si él es el Cristo, si él es el Hijo bendito,(22) El le responde que así es, pero que verán su rnajestad cuando va sea demasiado tarde," es decir, para ellos, puesto que será para su turbación.(23) Aquí habla nuestro Señor Jesucristo, pero no es para doblegarse como ser humano ante el gran sacerdote y sus secuaces. Más bien lo amenaza para aguijonearlo aun más. Si previamente había estado lleno de malicia y crueldad, esto es para encender más fuego aun. Pero ya hemos declarado que Jesucristo no tenía cuidado de sí mismo y que más bien cumple la comisión de la que se había hecho cargo, es decir, la de ser nuestro Redentor.



Además, realmente tenemos aquí, en primer lugar, a los que desprecian a Dios, a aquellos que están enteramente posesionados por Satanás, que incluso abusarán de cierta apariencia de religión, porque uno bien puede decir que este gran sacerdote está cumpliendo bien su oficio al conjurar a Cristo en el nombre del Dios viviente. Pero a eso son arrojados los hombres una vez que Satanás ha atado sus ojos. Los arroja a tal insolencia que no tienen reverencia ante Dios, no mayor que su vergüenza ante los hombres. En esta respuesta de nuestro Señor Jesús tenemos que notar que quiere declarar tanto a Caifás como a todos los demás que por un breve tiempo él es aplastado de esa manera, pero que ello no reduce su majestad, sino que siempre será considerado y reputado como el único Hijo de Dios. Sin embargo, aquí tiene una consideración más elevada aun. Y es que podamos estar seguros de que habiéndose humillado de esa manera para nuestra salvación, nada se ha perdido de su majestad celestial, sino que estuvo dispuesto a ser oprimido así delante de los hombres, para que tengamos la plena certeza de que seremos hallados honorables delante de Dios porque todas las vergüenzas que podíamos haber merecido serán abolidas. Puesto entonces que nuestro Señor Jesús guardó silencio y no se defendió a sí mismo, nosotros ahora podemos abrir nuestras bocas para invocar a Dios como si fuésemos justos. El incluso es nuestro abogado que intercede a favor nuestro. Entonces, cuando nuestro Señor Jesús renunció a toda defensa era para interceder con plena libertad por nosotros delante de Dios su Padre, aunque no éramos nada excepto pobres gusanos. En nosotros no hay sino toda miseria. Sin embargo, tenemos acceso a nuestro Dios para invocarlo privadamente y aferrarnos abiertamente a él como a nuestro Padre.



Esto es lo que quiere mostrar cuando dice: "Después veréis al Hijo del Hombre sentado a la mano derecha del poder de Dios." Entonces tenemos que desechar toda consideración que podría escandalizamos cuando vemos que nuestro Señor Jesús fue escandalizado de esa manera. De manera que miremos a lo que fue el final de ello, Entonces, lo que él quiso era ser condenado sin ninguna resistencia para que nosotros podarnos presentamos ante el trono del juicio de Dios, y que lleguemos allí con toda libertad, sin ningún temor. En resumen entonces, aprendamos a que cada vez que se nos relate la historia de la pasión gimamos y suspiremos viendo que el Hijo de Dios tuvo que sufrir tanto por nosotros, de manera que temblemos ante su majestad, hasta que esta aparezca ante nosotros. Estemos tan convencidos que cuando él venga en efecto experimentemos el fruto de lo que él adquirió para nosotros mediante su muerte y Pasión. Además, tengamos temor de ser contados con aquellos a quienes amenaza diciendo: "De ahora en más ustedes le verán. Porque es preciso que los malvados y reprobados sientan cuán terrible es el trono del juicio de Dios y cuán grande su poder para derribarlos cuando él se levante contra ellos. Cuando San Pablo también quiere hablar de la condenación que soportarán los que son malditos por Dios, afirma que ante su infinita majestad estarán temblando atemorizados por su mirada.



Siendo esto así, aprendamos a humillarnos delante de nuestro Señor Jesús. No esperemos hasta ver con el ojo la majestad que él exhibirá en su segunda venida, en cambio contemplémoslo hoy por fe como a nuestro Rey, y como a la Cabeza de los ángeles y de toda criatura, y recibámosle como a nuestro Príncipe soberano. Atribuyámosle el honor que le pertenece, sabiendo que habiéndonos sido dado para sabiduría, para redención, para justicia y santidad, por Dios su Padre, nosotros debemos atribuirle toda alabanza reconociendo que necesitamos de su plenitud para estar satisfechos. Seamos prudentes entonces y rindamos este honor a nuestro Señor Jesucristo aunque en el día de hoy todavía no veamos preparado el trono del juicio. Pero contemplémoslo mediante los ojos de la fe y oremos a Dios que quiera iluminarnos mediante su Espíritu Santo a efectos de fortalecemos para invocarle en tiempos difíciles, y que esto nos pueda elevar por encima del mundo, por encima de nuestros sentidos y de todos nuestros temores de tal manera que nuestro Señor Jesús sea magnificado hoy por nosotros de acuerdo a lo que él merece. Entonces, en resumen, eso es lo que tenemos que recordar.



En cuanto a que Caifás y los sacerdotes lo condenaron a muerte, aprendamos a no asombrarnos por la obstinación de los malvados y de los enemigos de la verdad. Actualmente esta doctrina es muy necesaria para nosotros. Porque vemos que los grandes de este mundo blasfeman abiertamente contra el evangelio. Aun en nuestro medio vemos a aquellos que hacen profesión del Evangelio y que quieren ser considerados como personas reformadas y en quienes aparentemente sólo existe el evangelio, sin embargo, condenan como diablos encarnados, e incluso como bestias salvajes poseídas por Satanás, la doctrina del evangelio. No es necesario ir lejos para ver todas estas cosas. De manera que, aprendamos a estar asegurados contra semejantes escándalos, y aprendamos a glorificar siempre a nuestro Dios. Aunque Caifás y todo los suyos lanzan sus blasfemias al aire, haciéndolo en la medida que quieren, y aunque digan que Jesucristo es merecedor de la muerte, es necesario guardar silencio ante semejante asunto, aunque ello sea malo. Aunque entonces contaminen el aire con sus execrables y villanas blasfemias, nosotros, no obstante, aferrémonos a esta voz de nuestro Señor Jesucristo. Si actualmente esta verdad es condenada con tanta falsedad por los hombres, y si es puesta en duda, y falsificada, si ella es depravada, y si la gente le da las espaldas con deliberación, ella es suficientemente poderosa para sostenerse por sí misma. Esperemos con paciencia hasta que él aparezca para nuestra redención. Entre tanto, aprendamos todos nosotros a humillarnos, y a darle toda la gloria puesto que él estuvo tan dispuesto a doblegarse, en efecto, de despojarse a sí mismo de todo para nuestra salvación.





Ahora inclinémonos en humilde reverencia ante la majestad de nuestro Dios.



--------------------------------------------------------------------------------

No hay comentarios:

Publicar un comentario