LLAMADO EFICAZ

"Todo lo que el Padre ma da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn.6:37)

martes, 9 de septiembre de 2014



La médula del evangelio es la gracia de Dios. El Mesías encarnado vino al mundo y lo llenó de gracia y verdad. En ese instante, la gracia de Dios se manifestó para salvación (Tito 2.11). Esa gracia encarnada se convirtió en un objetivo militar para las potestades del mal y sus agentes humanos, quienes le presentaron todo tipo de oposición e intentaron matarla desde el momento mismo de su alumbramiento en aquel pesebre de Belen (Mt. 2:1,13-14). Pero era y es imposible que la muerte pudiera detenerla (Hch. 2.24), y se levantó al tercer día.

Abraham Lincoln, en su segundo período como presidente de los Estados Unidos en 1865, luchó por la libertad de los esclavos hasta abolir y desarraigar la esclavitud. Los prisioneros negros de todo el país fueron declarados legalmente libres. Lo sorprendente, es que la gran mayoría de los esclavos que vivían en el sur siguieron viviendo como oprimidos, como si no hubiera ocurrido nada. Eso es trágico.

Mediante su gloriosa gracia, Cristo en la cruz hizo libre a los creyentes. Lo irónico es que muchos creyentes de hoy viven como si fueran esclavos. Todo creyente ha sido liberado de la esclavitud del pecado, del mundo y de su poder. Satanás  lo sabe y lo detesta. Es por ello que hace todo lo posible por mantener a los creyentes sometidos a la opresión del pecado. El diablo odia la gracia y la victimiza, ya sea abusando de ella o pretendiendo restringirla mediante mandamientos humanos. Donde quiera que la gracia de Cristo se manifiesta (1 Co. 16.23), estos dos enemigos están presentes: el libertinaje y el legalismo.

1) El libertinaje

La gracia, cuando es predicada verdaderamente, se expone a ser mal interpretada. Así lo entendió Pablo cuando hace una  retórica pregunta a los Romanos: “¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde?” (Ro. 6:1 ).

Muchos movimientos del cristianismo nominal se mueven en esta dirección terrible. Malinterpretan la gracia de Dios y continúan viviendo en  sus pecados. Algunos sectores de la Iglesia temen correr este riego, pero este es un riesgo que ni Cristo, ni Pablo, evadieron. Para Pablo, un judío fariseo, la gracia  fue su fuente continua donde bebió para presentar su teología.

2) El legalismo

Otro enemigo de la gracia es el legalismo, en cuyas garras pueden caer incluso los ministerios más ortodoxos. A decir verdad, debido a su saludable odio por el libertinaje y su natural inclinación a huir de este, muchos se convierten en presa del miedo. No quieren correr el riesgo de ser malentendidos y la gracia, tal como la Biblia la expresa, se va paulatinamente ausentando de su religión. Es por lo maravilloso, celestial y a la vez simple de la gracia, que  se sienten confundidos, lo que produce que añadan al evangelio obras que obviamente son opuestas a la gracia.

Pablo en su carta a los Romanos separa a los humanos en dos: primero están los hijos de la gracia de Cristo, quienes saben cuan inmerecedores fueron, son y seguirán siendo del amor salvífico eterno Dios. Por otro lado se encuentran los paganos, quienes descansan en sus obras para alcanzar la salvación. El paganismo está presente, si bien de manera sutil,  hoy  en este tipo de ministerio.
El evangelio diferente (Gá. 1:6) es uno que ofrece “Cristo más obras” para salvación. En cierta ocasión escuché  algo chistoso de una  niña de tres años. Ellá decía que solo iniciaría su estudio preescolar cuando supiera sumar, restar y leer. Esto es  una buena ilustración del legalismo, que dice “hay que ser buenos para poder ser salvos”, o que “hay que ser perfectos para ser santificados”.  Como dije líneas atrás, la gracia es liberadora, y es por esto que Pablo insta a los Gálatas, y a quienes hoy proclamamos el evangelio, “estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”, Gálatas 5:1.

¿Teme predicar la gracia?

Por todo lo expuesto anteriormente, muchos no quieren atreverse a predicar la gracia. Algunos por el riesgo de ser tomada por libertinaje. Otros, por su legalismo. Y otros más por arrogancia y confianza en sus conocimientos bíblicos y credos que pretenden circunscribirla  a su forma de religión particular.

Si la gracia está ausente, el evangelio no está presente. Es otro evangelio. “En el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá”, Romanos 1:17. Este fue el versículo que transformó a Lutero en incendió la Reforma.

No tema. Predique la gracia, a todo riesgo. Ella no pide que la defiendan o la protejan, solo que la prediquen. Ella ya fue asesinada y resucitó al tercer día. Si la gracia está ausente es porque Cristo no está presente, pues Él es la gracia manifiesta de Dios. En palabras de Samuel Davies: ¡Gran Dios de maravillas! Todos tus caminos despliegan los atributos divinos; pero innumerables actos de gracia perdonadora brillan más allá de tus otras maravillas; ¿quién es Dios perdonador como tú? ¿O quién tiene gracia tan rica y gratuita? Envueltos en el asombro, con tembloroso gozo, aceptamos el perdón de nuestro Dios; perdón para los crímenes del más profundo tinte, perdón comprado con la sangre de Jesús: ¿quién es Dios perdonador como tú? ¿O quién tiene gracia tan rica y gratuita? ¡Oh, que esta extraña, esta incomparable gracia, este divino milagro de amor, llene este ancho mundo con agradecida alabanza, como ya llena los coros celestiales! ¿Quién es Dios perdonador como tú? ¿O quién tiene gracia tan rica y gratuita?

Tomado de: www.thegospelcoalition.org

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