LLAMADO EFICAZ

"Todo lo que el Padre ma da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le hecho fuera" (Jn.6:37)

jueves, 18 de noviembre de 2010

Nuevo Nacimiento

A. El uso de la palabra

La palabra regeneración es la forma latina de palingenesia. Es el
sustantivo que expresa la idea de la frase gennethenai anothen, «nacer
otra vez». Evidentemente es probable que tal expresión se usara
como metáfora para indicar cualquier nuevo comienzo. Thayer cita
un uso clásico del dicho de que cuando un hombre tiene un hijo, es
como si él naciera de nuevo, anothen. Josefo alude a cierta
palingenesia, «una regeneración de la patria».
Aunque la palabra griega ana significa «arriba», es un caso de
falacia etimológica insistir en que anothen significa «de arriba». Sencillamente
significa «otra vez», «del suelo para arriba», o «de arriba
abajo». La palabra misma no revela en ninguna manera la fuente de
la acción a la cual se refiere.
En Mateo 19.28 se usa palingenesia para aludir a la restauración
escatológica del mundo en el reino milenial de Cristo, y aparentemente
es sinónima con la expresión «la restauración de todas las cosas» que
se halla en Hechos 3.21. (Compárese también Mateo 17.11.)
Por ahora no nos interesan estos otros usos sino solamente la
referencia específica de la «regeneración» como un cambio en el individuo;
por el cual el hombre perdido se convierte en hijo de Dios.

B. Los credos

No tenemos una definición precisa de regeneración en los credos
o catecismos. La idea de regeneración se expresa por las palabras
«incorporados en él [Cristo]», en la respuesta a la pregunta número
20 del Catecismo de Heidelberg. Heppe incluye regeneración en su
capítulo sobre «llamamiento», y cita a Witsius: «La regeneración es
el acto hiperfísico de Dios, por el cual el hombre elegido, espiritualmente
muerto, es dotado de una vida nueva, vida divina, y esa de la
semilla incorruptible de la Palabra de Dios, fecundada por el poder
trascendente del Espíritu».
Y otra vez cita al mismo escritor: «Sin duda, la regeneración
ocurre en un momento. El paso de la muerte a la vida no admite
demora. Mientras el hombre está en estado de muerte espiritual, no
es regenerado. Pero el mismo instante que empieza a vivir, es engendrado
de nuevo. Por eso no se puede siquiera admitir momentánea-mente ningún estado intermedio entre el regenerado y el no regenerado,
si estamos pensando en la regeneración en su primera acción».
La idea de que la regeneración es un acto instantáneo del Espíritu
Santo por el cual el pecador perdido queda «unido con Cristo», y
hecho así un hijo de Dios, es la opinión casi unánime de los teólogos
reformados citados por Heppe en esta sección de su obra.
En las normas de Westminster se alude a la regeneración, en el
capítulo de la Confesión sobre «llamamiento eficaz», en términos
como, «siendo vivificado y renovado por el Espíritu Santo». En el
Catecismo Mayor, pregunta 67, se define el llamamiento eficaz como
incluyendo la obra del Espíritu Santo, «renovando y determinando de
un modo poderoso sus voluntades, de tal manera que ellos (aun cuando
están muertos en pecado) por esta obra son hechos voluntarios y
capaces para responder libremente a su llamamiento, y aceptar y abrazar
la gracia ofrecida y transmitida en él».
En la respuesta a la pregunta 66 leemos: «La unión que los elegidos
tienen con Cristo es la obra de la gracia de Dios, por la que ellos espiritual
y místicamente, pero real y de una manera inseparable, son unidos a Cristo
como su cabeza y esposo, lo cual es hecho por su llamamiento eficaz».
En el Catecismo Menor, pregunta 30, se alude a la regeneración
en la declaración: «El Espíritu Santo nos aplica la redención comprada
por Cristo, obrando fe en nosotros, y uniéndonos así a Cristo por
nuestro llamamiento eficaz».
No hay que sorprenderse de que en el tiempo en que el protestantismo
aun estaba atado a una iglesia estatal, o a un estado eclesiástico,
y no estaba libre de su concepto como una institución étnica o
nacional, la doctrina de la regeneración en el sentido en que ahora la
estudiamos —con su connotación extremadamente individualista—,
no fuese completamente clarificada. Witsius y otros estudiosos estuvieron
claros en el hecho de que por su misma naturaleza la regeneración
tenía que ser instantánea, empero Heppe y sus fuentes ocasionalmente
confunden la regeneración misma con la vida santa que se
desarrolla por etapas progresivas.

Heppe cita a Heidegger (1633-1698): «La regeneración no es
perfecta en esta vida ni el hombre regenerado es perfecto. Mientras
los hombres moran en esta carne mortal están en guerra con las reliquias
del antiguo Adán, las cuales no son extinguidas ni al principio
ni durante el proceso de regeneración en esta vida, y en verdad laregeneración experimenta frecuentes vicisitudes, según que la obra
de su progreso sea ya más, ya menos rápida». Lo que Heidegger
dice aquí —y es evidentemente también la opinión de Heppe— realmente
es verdad en cuanto al proceso de la santificación, pero no
puede serlo de la regeneración si esta es un acto instantáneo de Dios.
En las primeras páginas del gran capítulo de Charles Hodge sobre
la «Regeneración», indica él que se han empleado varios significados
claramente distintos de la palabra regeneración en la historia
de la teología. Hodge señala: «En la iglesia primitiva, la regeneración
muchas veces expresa no algún cambio moral interior sino uno externo
de estado o relación. Entre los judíos, cuando un pagano se hacía
prosélito, se decía que había renacido. Al cambio de su estado desde
afuera, o dentro de la teocracia, se le llamaba regeneración. En algún
grado este uso pasó a la iglesia cristiana.
Cuando un hombre llegaba a ser miembro de la iglesia se decía
que había nacido de nuevo; y al bautismo, el rito de iniciación, se le
llamó regeneración. Esta acepción de la palabra no ha desaparecido
del todo. A veces se hace la distinción entre la regeneración y la renovación
espiritual. Una es externa, la otra interna. Algunos de los defensores
de la regeneración bautismal hacen esta distinción e interpretan
las fórmulas de la iglesia anglicana de acuerdo con este uso.
La regeneración efectuada en el bautismo, desde su punto de vista,
no consiste en ningún cambio espiritual en el estado del alma, sino
simplemente un nacimiento a la iglesia visible».
Hodge expresa su propia opinión así: «Por consentimiento casi
universal, ahora se usa la palabra regeneración para designar, no
toda la obra de santificación ni las primeras etapas de la obra comprendida
en la conversión, ni mucho menos la justificación ni ningún
cambio meramente externo de estado, sino la transformación instantánea
de la muerte espiritual a la vida espiritual».

C. El uso particular de Calvino

Es muy importante para nuestro entendimiento de este tema que
reconozcamos que Calvino y otros teólogos de gran influencia han
usado la palabra regeneración en un sentido claramente distinto del
que emplean Hodge y la mayoría de los evangélicos actuales.
Calvino afirma: «En una palabra, entiendo que el arrepentimiento
es la regeneración, el fin de la cual es la restauración de la imagen divinadentro de nosotros; que fue mutilada y casi borrada por la transgresión
de Adán... Por lo cual en esta regeneración somos restaurados por la
gracia de Cristo a la justicia de Dios, de la cual caímos en Adán; y de
esta manera se complace el Señor en restaurar completamente a todos
aquellos que Él adopta a la herencia de vida. Y esta restauración no se
efectúa en un solo momento, día o año, sino que por mejoras reiteradas,
a veces tardías, el Señor destruye las corrupciones carnales de sus escogidos,
los purifica de toda contaminación y los consagra a sí mismo
como templos; renovando todos sus sentidos a una pureza verdadera
para que puedan emplear toda su vida en el ejercicio del arrepentimiento,
y saber que esta guerra será terminada solamente por la muerte».

D. El punto de vista de Agustín

Después de comentar la doctrina cristiana de la regeneración bautismal,
Felipe Schaff dice: «Con él [Agustín], y contrario a Calvino, la
regeneración y la elección no coinciden. La primera puede existir sin la
segunda, pero esta no puede existir sin la primera. Agustín presume
que muchos [por el bautismo] en verdad nacen al reino de la gracia
para luego perecer otra vez. Calvino sostiene que en el caso de los no
elegidos, el bautismo es una ceremonia sin significado». Algunos
luteranos sostienen una opinión similar a la de Agustín en este punto.

E. El uso bíblico

El pasaje bíblico sobresaliente con referencia a la regeneración
se encuentra en la historia de la conversación de Cristo con Nicodemo.
«Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que
no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo:
¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por
segunda vez en el vientre de su madre y nacer? Respondió Jesús: De
cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu,
no puede entrar en el reino de Dios. Lo que es nacido de la carne,
carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es; no te maravilles
de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de
donde quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a
dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu» (Juan 3.3-8).

De acuerdo con la doctrina de la regeneración, para Juan solo
hay dos clases de personas en el mundo: «En esto se manifiestan los
hijos de Dios, y los hijos del diablo; todo aquel que no hace justicia,
y que no ama a su hermano, no es de Dios» (1 Juan 3.10).
Que la regeneración es la obra del Espíritu Santo, quien aplica a
nosotros los beneficios de la expiación, es enseñanza uniforme de la
Biblia. Sin duda, este es el significado que yace tras la referencia de
Pablo al «Espíritu de vida [quien nos] ha liberado de la ley del pecado
y de la muerte» (Romanos 8.2). «El Espíritu de vida» es el que da
una nueva existencia en el nuevo nacimiento. «Nos salvó, no por
obras de justicia que nosotros hubiéramos hecho, sino por su misericordia,
por el lavamiento de la regeneración y por la renovación
en el Espíritu Santo, el cual derramó en nosotros abundantemente
por Jesucristo nuestro Salvador» (Tito 3.5,6).
Puesto que el Espíritu Santo usa la Palabra de Dios en su obra de
regeneración tanto como en su obra de convicción, no es contradictorio
hablar de la Palabra misma como la causa eficiente de la regeneración.
Pedro afirma que somos «renacidos no de simiente corruptible sino
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre
» (1 Pedro 1.23). Santiago exhorta: «Recibid con mansedumbre la
palabra implantada, la cual puede salvar vuestras almas» (Santiago
1.21). Al referirse a la Palabra como el instrumento de la regeneración,
Santiago usa un modo de expresión diferente al que se halla en otros
lugares: «Él, de su voluntad nos hizo nacer, por la palabra de verdad,
para que seamos primicias de sus criaturas» (Santiago 1.18).
El nuevo nacimiento nos lleva a una vida novedosa con un carácter
fresco que se luce como cuando se pone un uniforme: «Vestíos del
nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la
verdad» (Efesios 4.24). Revestíos «del nuevo [hombre], el cual conforme
a la imagen del que lo creó se va renovando hasta el conocimiento
pleno» (Colosenses 3.10).
El nuevo hombre, o el carácter novedoso, posee una nueva esperanza:
«Bendito el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
según su grande misericordia nos hizo renacer para una esperanza
viva, por la resurrección de Jesucristo de los muertos» (1 Pedro 1.3).
Puesto que se refiere metafóricamente al Espíritu Santo como
agua viva (Juan 4.10-14; 7.37-39; Tito 3.5,6), no es sorprendente
que se diga metafóricamente que las personas regeneradas son bautizadas
con el Espíritu Santo y beben del Espíritu, «porque por un
solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos ogriegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un
mismo Espíritu» (1 Corintios 12.13).
Se habla del milagro de la regeneración en varias otras figuras
retóricas. Ezequiel dijo: «Esparciré sobre vosotros agua limpia y
seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y de todos vuestros
ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo
dentro de vosotros, y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra,
y os daré un corazón de carne. Y pondré dentro de vosotros mi
espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos,
y los pongáis por obra» (Ezequiel 36.25-27).
Puesto que el culto ceremonial del Antiguo Testamento incluía
«diversas abluciones» (Hebreos 9.10), no es de extrañar que se refiera
a la nueva vida de regeneración como un lavamiento. «Y esto
erais algunos; mas, ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados,
ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y
por el Espíritu de nuestro Dios» (1 Corintios 6.11).
El rito iniciador externo de la iglesia debe corresponder al nuevo
carácter. El hombre en las bodas sin el vestido de bodas (Mateo
22.11-14) representa a la persona no regenerada que pretende ser
uno del pueblo de Dios.
Se dice que la persona regenerada está viviendo en un nuevo
mundo. Dios «nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado
al reino de su amado Hijo (Colosenses 1.13). «Nosotros de
aquí en adelante a nadie conocemos según la carne; y aun si a
Cristo conocimos según la carne, ya no lo conocemos así. De modo
que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron, he aquí todas son hechas nuevas» (2 Corintios 5.16,17).
No solo es verdad que el individuo renacido tiene una vida nueva,
sino también que todo en el universo es nuevo.
El cielo tiene un azul más suave,
la tierra un verde más dulce;
algo vive en cada tono
que los ojos sin Cristo nunca han visto.

En Cristo las cuestiones ceremoniales son insignificantes. La única
consideración que tiene valor es la «nueva creación» (Gálatas 6.15).
La persona regenerada es como uno que ha sido levantado de
entre los muertos a una vida nueva. El hijo pródigo que volvió «era
muerto y ha revivido; se había perdido, y es hallado» (Lucas 15.32).
Ya se efectuaron nuestros funerales cuando fuimos bautizados por lamuerte de Cristo, «a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva
... lo seremos en la [semejanza] de su resurrección... Así también
vosotros consideraos muertos al pecado, pero vivos para Dios en
Cristo Jesús» (Romanos 6.1-12). «Aun estando nosotros muertos en
pecado, [Dios] nos dio vida juntamente con Cristo ... y juntamente
con él nos resucitó y as mismo nos hizo sentar en los lugares celestiales
con Cristo Jesús» (Efesios 2.1-6). «Si vivimos por el Espíritu,
andemos también por el Espíritu» (Gálatas 5.25).

T.S J.Olivel Buswell.Jr.

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